Las charlas sobre el rodaje de la película ‘Moby Dick’, la proyección del documental sobre La Isleta y el ataque del marino holandés Pieter Van Der Does a la capital en 1599, celebrada anoche y con el doctor en Historia, Pedro Quintana, como ponente, entre otras actividades, van convirtiendo al bar Tenesor en un lugar de encuentro en el barrio de Las Palmas de Gran Canaria, donde se citan personas que gustan del placer de la charla, los tragos, los enyesques y unas buenas porciones de cultura.
Localizado en la calle Rosarito, el local guarda la fisonomía de los lugares de reunión de antaño, pero con la memoria renovada. El que fuera «un bar de toda la vida», como lo presentan muchas personas del lugar, ha tomado un nuevo camino dirigido a crear un «espacio donde relacionarse en un barrio que siempre ha sido muy activo en cuanto a movimientos culturales y el asociacionismo», explica su nueva arrendataria, Elena Rodríguez, que ha dado un giro a su vida profesional poniéndose al frente de este local.
La música del local sale de un tocadiscos Sanyo, de los que ahora les llaman ‘vintage’
Rodríguez ha sabido dar un toque propio al su negocio, aunque ha decidido mantener la barra de siempre y el color ajado de las paredes, como si quisiera respetar todo lo que han escuchado y vivido de varias generaciones que pasaban por aquí a romper la monotonía, solos o en familia. Cerca de la barra, un pequeño comedor con varias mesas y sillas de madera. En la del fondo un aparato de música compacto con tocadiscos de la marca Sanyo, de esos que ahora llevan por apellido vintage, y sobre él un puñado de discos de vinilo que ha ido recopilando en su vida. Bruce Springsteen, U2, Joan Báez, Barón Rojo, Totoyo Millares, tangos, música clásica o Supertramp, que suena esa mañana, comparten la misma estantería, junto a algunos libros de temática canaria.
Espacio de encuentro cultural
«La gente puede venir y poner la música, si saben usar el aparato, claro», dice Elena, que explica que el tocadiscos quizás tenga tantos años como el local que ahora regenta. La cocina, de su mano, es otro de los reclamos para la clientela. «Ofrecemos atún en adobo, ensaladilla rusa, garbanzas, boquerones, aceitunas y cosas así para picar entre amigos, y siempre regresan vacíos, por lo que entiendo que a la gente le gusta», apunta. Todo ello forma parte de esta nueva vida del bar Tenesor.
A Elena Rodríguez le gusta que las cosas vayan despacio, a su ritmo natural, y subraya que su intención «es que más gente del barrio pueda beneficiarse de las actividades que hacemos aquí», asegura:«Que sirvan para que la gente se junte y se relacione porque todo ello favorece a hacer comunidad, para así aumentar la conciencia del barrio donde estamos y lo que queremos».
Al bar van volviendo personas que lo conocieron en otra época y también otras atraídas por la nueva vida que está tomando como espacio de encuentro cultural. Una de las personas que está colaborando para que sea así es el historiador José de León, conocido popularmente como ‘Pepe el Uruguayo’, también vecino de la zona. Su ciclo ‘Memorias Presentes’ lleva temas de interés en los que el barrio ha sido el protagonista, aunque invita a presentar propuestas que también atraigan el interés de la gente joven, y destaca que la oferta cultural que ofrece el Tenesor «es una aportación al barrio».
Nueva cita
El historiador adelanta que la siguiente cita será el próximo jueves, sobre las 19.00 horas, con una ponencia sobre los muertos que aparecieron en la calle Rosarito, que eran de holandeses, y también les gustaría proyectar la película ‘Tirma’.
Luis es uno de los clientes que regresan al bar Tenesor y aplaude su reapertura. Asegura que conoce el local «desde que tengo uso de razón». El isletero también ha sido testigo de la evolución del barrio. «Ahora hay edificios donde antes había casas terreras y mucha más gente, pero no se hablan entre ellos», apunta mientras recuerda que «antes éramos más pobres pero vivíamos de mejor manera y la gente se relacionaba y se conocía».
Águeda y su hermano también han vuelto al Tenesor. Lo pisan de nuevo al enterarse que ha regresado a la actividad. Por allí pasaban con su padre y luego lo hicieron solos. Guardan en la memoria todos esos momentos cuando sus cabezas apenas llegaban a la altura de la barra. Destacan el hecho de volver a tener un lugar «donde hablar con la gente y relacionarte, que es lo que nos ha quitado un poquito la modernidad» y coinciden al decir que La Isleta «sigue siendo un barrio maravilloso».