Siete puertos industriales tiene Andalucía operativos: Almería, Cádiz, Motril, Sevilla, Málaga, Algeciras y Huelva. El de Sevilla es el tercero por la cola en movimiento anual de toneladas, sólo por delante de Motril y Málaga y muy cercano al de Cádiz. Está muy lejos, sin embargo, del gran puerto de Algeciras y también del de Huelva. Por lo tanto, vista Andalucía en su conjunto, estamos ante un puerto no esencial que, además, resta movimiento a los otros, en un momento en que el super puerto “Tánger Med” empieza a ser codiciado por las multinacionales en detrimento de los españoles, muy especialmente Algeciras. Ese puerto marroquí, no lo olvidemos, está a 45 kilómetros de la ciudad de Tánger y a 20 de Ceuta.
Sin embargo, las instituciones sevillanas insisten en que el Puerto de Sevilla, heredero del mítico Muelle de Indias del Siglo XVI, es una pieza esencial en la arquitectura económica de la provincia y añaden que la culpa de que no despegue es que el Gobierno no ha desarrollado la vía de circunvalación SE-40 y, claro, así los barcos se van a otros puertos. La aspiración es una comunicación internodal abierta, que incluye también el ferrocarril, pendiente de ejecución desde hace años.
No dicen nada, sin embargo, de que estamos ante el único puerto fluvial del país, a 90 kilómetros de la costa, en Sanlúcar de Barrameda, y que precisa de constantes dragados para garantizar que lleguen los mercantes que, de todas formas, no pueden pasar de las 40.000 toneladas, cuando ya hay mercantes de hasta 200.000. Ecologistas y agricultores denuncian que ese dragado está salinizando las áreas de los grandes arrozales, los más importantes, extensos y productivos de España, pues las mareas son determinantes en estas zonas del Guadalquivir.
Para entender entonces ese empeño en mantener y ampliar las instalaciones por parte de la patronal (la Confederación Empresarial Sevillana), la Cámara de Comercio y el Ayuntamiento, deberíamos tener en cuenta que el actual presidente del Puerto de Sevilla es Rafael Carmona, el que fuera delegado de Urbanismo del Ayuntamiento de Sevilla de 1999 a 2003, fruto del acuerdo de gobierno entre socialistas y andalucistas. Es el artífice de la propuesta de conversión en residencial de terrenos hasta ahora portuarios, especialmente la creación de un nuevo barrio en la Avenida de las Razas, con 700 viviendas y equipamientos, acogiendo las singulares naves construidas hace cien años. El tema requiere la modificación del PGOU de la ciudad y parece que no habrá problema en darle vía libre, a pesar de que la ciudad dispone ya de suelo para 50.000 viviendas, a disposición de los promotores urbanísticos; claro que no tan cerca del centro y a la orilla del río, por donde entran los yates y los cruceros turísticos.
El anzuelo se lanzó hace años al proponer la conversión de esos terrenos en un parque tecnológico anexo a las instalaciones de la Universidad de Sevilla, llamado pomposamente en el proyecto “Zona de Servicios Avanzados”, pero la presión de las constructoras ha propiciado este cambio en residencial; que viene paralelo a las operaciones inmobiliarias llevadas a cabo en la Avenida de la Palmera, eje sur de la ciudad, construida también en el entorno del Guadalquivir para la Exposición de 1929 y que, a fuerza de construcciones modernas (especialmente residencias universitarias) ha cambiado la fisonomía regionalista de la zona.
Sevilla se asoma pues a un cambio de imagen que tiene en los intereses inmobiliarios su principal eje, con un Puerto que intenta alejar sus instalaciones industriales de la ciudad para liberar así suelo con el que hacer negocio. La buena noticia es que está previsto recuperar el Puente de Alfonso XIII (1926), conocido popularmente como el “Puente de Hierro”, retirado en 1992 y hoy abandonado a la espera de volver a representar la Sevilla que se nos fue.
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