Ana M. Guillén Rodríguez es catedrática de Sociología en la Universidad de Oviedo. Es también directora del Grupo de Investigación Promebi, Promoviendo del Empleo y el Bienestar en Europa. Ha escrito más de una centena de estudios comparados sobre política social y laboral, desarrollo de los estados del bienestar, economía política, y procesos de europeización e integración europea, que han sido publicados en nueve lenguas diferentes. Actúa como consultora para la Comisión Europea, así como para la OCDE y la OIT.
Cuando finalicé mi licenciatura en Geografía e Historia en la Universidad de Oviedo, que duraba entonces cinco años, me dije a mí misma que no volvería a pisar la Universidad. Menos mal que tan solo le he dedicado toda mi vida desde entonces. Y encantada.
Llegué a las Humanidades tras pasar los veranos en el extranjero, con distintas familias, desde los doce años, lo que me facilitó el obtener el Cambridge Proficiency a los dieciocho y un dominio razonable de otros idiomas europeos. Nunca podré agradecerles más a mis padres esta formación en idiomas, y el aprendizaje sobre otras culturas y tradiciones. Por otra parte, hice un maravilloso bachillerato de ciencias que me permitió pasar el «selectivo» o primer año de carrera en Ciencias Químicas sin realizar esfuerzo alguno. Luego llegó una crisis de adolescencia tardía (y como tal, más intensa) y la toma de conciencia de que la elección no era adecuada. Ya que el tiempo lo usaba, aparte de hacer vida social, en leer los «Episodios Nacionales» de Galdós, me puse a estudiar Historia y a compaginarlo con dar clases de inglés en una academia y a domicilio.
El cambio de estudios resultó un éxito. Disfruté cada momento de la carrera, sobre todo las clases de Historia del Arte y las de Historia Moderna. De hecho, fue en estas últimas, y gracias a las horas extra dedicadas por la profesora Carmen Ansón Calvo, cuando descubrí lo atractiva que puede ser la investigación. Estas primeras peripecias y cambios de rumbo siempre se las cuento a mis alumnos de primero para que no se cierren ninguna puerta. En la vida hay muchas fórmulas diferentes, tantas como en Química.
Pero entonces llegó otra gran encrucijada. El Centro de Estudios Sociales Avanzados de la Fundación Juan March convocó becas para la realización de un máster y una tesis doctoral en Ciencias Sociales. Recogí el folleto que lo anunciaba mientras visitaba una exposición de pintura en la sede de la Fundación en Madrid. Solicité y me dieron una de las cinco becas disponibles para toda España, gracias a la que realicé dos años de máster en inglés y otros dos de doctorado. Esto, ya casada, y con mi marido en Asturias. Con él tengo una inmensa deuda por su apoyo en estos años.
En Madrid, los muchos profesores invitados, tanto europeos como norteamericanos y primeras espadas en sus disciplinas, bajo la sabia batuta de uno de nuestros mejores y más internacionales sociólogos, Víctor Pérez Díaz, se ocuparon de reconvertirme de historiadora a socióloga interesada en el análisis de las políticas públicas, es decir, con un toque de politóloga nada desdeñable. Este último potenciado en mis estancias en los Departamentos de Ciencia Política del MIT en Boston, EEUU, y de la Universidad de Pavía, en Italia. El enorme privilegio de contar con un director de tesis premio Princesa de Asturias como Juan J. Linz redondeó el cambio de rumbo. El profesor Linz siempre tenía tiempo para atenderte y lo hacía durante horas. Procuro recordarlo cuando mis estudiantes requieren mi atención.
De mis estudios de posgrado en Madrid recibí dos grandes consignas. La primera, la relevancia del método comparado de análisis y de la internacionalización; la segunda, el gusto por la investigación interdisciplinar y lo que puede aportar a mejorar la vida diaria de las gentes cuando las preguntas de investigación se enriquecen desde distintas perspectivas. Eso es lo que me traje a Oviedo de vuelta y que no me ha abandonado. Tuve, además, la gran suerte de encontrarme con alguien que entendía y apoyaba esta orientación perfectamente, el catedrático Rodolfo Gutiérrez Palacios. Así que seguí asistiendo a varios congresos internacionales cada año, arrimando el hombro en la gestión de las asociaciones internacionales de mi especialidad y en proyectos y redes de excelencia europeas, así como realizando estancias de investigación en el extranjero. En casa, fundé la Red Española de Política Social (REPS) para potenciar la visión interdisciplinar. Todo imposible sin labor de equipo; del equipo de Oviedo.
Estudiar a España en perspectiva comparada con otros países e intentar dirimir por qué las cosas son de una manera y no de otra me sigue pareciendo una actividad apasionante para entendernos un poco a nosotros mismos. La Sociología ayuda mucho a dos cuestiones muy importantes para cualquier ser humano. Por una parte, a asombrarnos ante la realidad cotidiana e intentar desentrañar las razones de nuestras pautas de comportamiento colectivo, o lo que es lo mismo, a no dar por hecho que tiene que ser así, sin más. Y, por otra, a evitar mirar sólo a nuestro ombligo, y a dejar de considerar que nuestra cultura, tradiciones, valores y forma de ver las cosas es la única válida y aceptable.
El establecimiento y desarrollo de estados de bienestar es un fenómeno reciente en la historia, con un recorrido de apenas siglo y medio. El interés de su estudio radica en que se trata de una conquista que ha permitido niveles de bienestar social sin precedentes. La inestable convivencia entre la economía de mercado y una intensa actividad del estado, bajo un sistema político democrático y una extensa administración pública, y en un contexto cultural basado en la solidaridad son todos elementos indispensables. Sin embargo, existen muchas combinaciones posibles de estos elementos, que han conseguido diferentes logros en cuestión de protección social y prevención equitativa ante los riesgos e igualación de oportunidades. De ahí la importancia del análisis comparado.
Empecé por analizar procesos de toma de decisiones en políticas públicas de protección social, en concreto por las de atención sanitaria, en mi tesis doctoral. Y luego el campo de investigación se fue extendiendo a otras muchas políticas sociales de los estados del bienestar, al mercado de trabajo y las relaciones laborales, y a la economía política. En eso sigo, gracias a colaborar y aprender de mis compañeros de Madrid, de los de Oviedo, de otros muchos colegas de universidades extranjeras, con formaciones dispares y enriquecedoras. Así es también el Departamento en Oviedo, plural y, por ello, estimulante.
En fin, soy un claro ejemplo de que en la vida todo es aprovechable. Todos y cada uno de los cambios de rumbo y todas las experiencias van dejando su poso, parte del cual se adquiere de forma muy intensa durante los estudios universitarios. Y de que hay que atreverse a apostar. Se gane o se pierda, lo que no se puede es dejar de hacerlo. Es precisamente de esto de lo que hay que convencer a niños y jóvenes, y, sobre todo, a las niñas chicas y no tan chicas.