Mientras los diputados votaban este jueves el proyecto de Ley de Amnistía, los espectadores de su televisión favorita mañanera se esforzaban en comentar la noticia de que la Fiscalía Provincial de Madrid ha propuesto un pacto al novio de Isabel Díaz Ayuso para reconocer que es un defraudador. El director de un ‘aguerrido’ diario digital -¿aguerrido o aferrado? ¿a qué o a quién?- abundaba en ese momento en las mentiras de la Comunidad de Madrid al informar sobre este caso mientras, ya digo, sus Señorías, a viva voz, aprobaban o rechazaban la norma que traerá perdonará los delitos cometidos por quienes quisieron destrozar el orden constitucional en 2017.
Podrían esas cadenas de televisión aprovechar la ocasión para departir sobre las declaraciones de Pere Aragonès o Carles Puigdemont acerca de la hoja de ruta que maneja el independentismo para los próximos tiempos, que consiste en volver a las andadas de 2017. O a lo mejor sería adecuado destacar que Cataluña ha roto todos los planes de Pedro Sánchez, quien daba por supuesto que tras aprender a caminar con los pantalones por los tobillos tras negociar la amnistía, la legislatura se iba a alargar durante cuatro años sin mucha dificultad.
Pero, ¿para qué iban a abundar las televisiones en esos puntos? Justo después de que se conociera el resultado de la votación -¡rápido, Paco, desconecta, pincha plató!-, aparecían en La 1 las caras de Ayuso y de su novio. A lo mejor, y sólo a lo mejor, hubiera sido menester que los espectadores pudieran haber visto las reacciones de los portavoces parlamentarios tras finalizar la votación. Pero, ¿eran más importantes que lo de la presidenta madrileña?
Los trileros de las teles
Juegan estos medios con su audiencia a lo mismo que los trileros. Mira la bolita, la pongo aquí, muevo este vaso, muevo el otro…, ¿dónde está la bolita? ¿A que ya no la ves? Será porque he sido demasiado rápido. ¿Dónde está ahora Félix Bolaños, quien la semana pasada afirmaba que todos los grupos que apoyaron la investidura de Pedro Sánchez estaban trabajando para aprobar los Presupuestos de 2024? Allá donde se halla la canica roja. Puede que aquí, puede que allá… o puede que en ningún lado.
Sería lo suyo que los medios que piden fidelidad a sus lectores -o incluso que pasen por caja- hubieran concentrado hoy sus esfuerzos en la gran cuestión palpitante que plantea tras lo que ha sucedido durante las últimas horas, que no es menor. Porque afirmaron desde Moncloa que todo este sainete con los independentistas era fruto de la voluntad negociadora de ambas partes («Parlem!»). Pedro Sánchez aspiraba a resolver un conflicto político que se había enquistado y ERC y Junts, a cambio, apoyarían las cuentas de 2024.
Pero resulta que el día antes de que se votara la amnistía y se completara el primer paso necesario en esta senda hacia la etapa más pacífica, gloriosa y cohesionada desde la conquista de Granada, Aragonès convocaba elecciones y demostraba que el guion que había vendido al PSOE era falso, dado que los independentistas no habían comprometido ningún apoyo o, directamente, habían engañado al presidente, porque ni siquiera ERC y Junts se habían puesto de acuerdo para aprobar las cuentas catalanas. Por falta de voluntad y de interés en coligarse, por supuesto.
¿Qué ha ocurrido después? Que el Gobierno ha renunciado a tramitar los Presupuestos Generales del Estado. La legislatura está muerta y eso obligará a Sánchez a buscar su enésima resurrección o directamente a reconocer su muerte, dado que para poder ser investido prometió una serie de políticas que requieren financiación.
Enfoca a Ayuso, que esto no interesa
Parecía este asunto importante, así como el de la votación de la norma que borrará el historial de antecedentes de decenas de personas a las que, en algunos casos, se les acusa de algunos de los delitos más graves del ordenamiento penal español. En ese momento exacto, en ese preciso instante, había televisiones que debatían sobre Díaz Ayuso y su novio y se empeñaban en detallar cada dato de la estructura empresarial de ese señor y de sus conversaciones con la Fiscalía.
El momento en el que se ha filtrado ‘lo suyo’ no le convierte en más inocente ni más culpable, ni suma o resta gravedad o interés a la acusación del ministerio público. Pero podría deducirse que quien ha aireado todo esto tenía interés en que durante estos días tan determinantes los ciudadanos miraran hacia el varón que se encama con la presidenta, y no hacia el presidente al que los independentistas le han vuelto a hacer la cama.
Diríase que los medios están para afinar, acertar y adivinar dónde se encuentra lo relevante. A veces fallamos (muchas), qué duda cabe. Otras, hay quien se deja engañar o se despista a sabiendas de su error. Es lo que siempre se ha definido como el “dame pan y dime tonto”.
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