El segundo día del debate anual que hurga piadosamente en las entrañas de Canarias o del Gobierno se reserva a los grupos parlamentarios que apoyan al Ejecutivo, así que suele ser más descansado para el presidente. La mayoría se festeja a sí misma y el amado líder es aclamado. La oposición guarda silencio más o menos crítico o depresivo y todo avanza, como en una gala de Operación Triunfo, hacia el aplauso final. Tampoco fue sustancialmente diferente en esta ocasión. Pero en el subtexto de los discursos – y a veces en los discursos mismos – se puede apreciar una nota común de preocupación.