Un fallo eléctrico fortuito en un electrodoméstico de la cocina de la vivienda 86. Ese es, según la investigación policial, el origen exacto del incendio en Valencia que el pasado 22 de febrero reducía en apenas unas horas al esqueleto el edificio de Nou Campanar en el que murieron diez de sus vecinos –entre ellos dos bebés de dos años y 8 días, que murieron junto con sus padres– y resultaron heridas 15 personas, la mayoría de ellos bomberos intoxicados y quemados cuando intentaban extinguir el siniestro.
Esa era, desde el principio, la sospecha de los especialistas en investigación de incendios de la Policía Científica, tal como ha venido adelantando Levante-EMV, del mismo grupo editorial, y que ahora han certificado en el informe técnico elaborado dentro de la investigación que dirige el grupo de Homicidios de la Policía Nacional de València.
Tal como informó este diario desde el inicio, todos los elementos apuntaban a que el fuego tuvo su origen en un fallo eléctrico desatado de manera fortuita. En cuanto el equipo de la Policía Científica, integrado por agentes de la Brigada Provincial de València y de la Comisaría General desplazados desde Madrid, accedió al edificio siniestrado, el viernes 23 de febrero, la sospecha principal fue que el fuego había comenzado en el interior de la vivienda, concretamente en la cocina, dado que era la estancia más próxima a la esquina del balcón de la vivienda 86 en la que se apreciaron las primeras llamas, tal como documentan los vídeos grabados por vecinos y peatones.
Un fuego que venia del interior
De hecho, la Policía supo desde el principio, por las marcas apreciadas en la cocina a pesar del devastador efecto del fuego y del humo, que el incendio comenzó en el interior de la vivienda y no en el balcón, como afirmaron numerosos medios de comunicación a partir de una noticia de La 1. Esas informaciones, en las que incluso se llegaron a invocar «fuentes próximas a la investigación», llegaron a aseverar que el foco estaba en el mecanismo eléctrico del toldo, alojado, evidentemente, en el exterior de la casa.
Además de las evidencias de las señales apreciadas sobre el escenario del siniestro, la Policía Nacional contaba con un dato de interés. La misma noche del incendio, cuando agentes de Homicidios y de otros grupos de Policía Judicial hacían una requisa de vecinos –telefónica y presencial– para saber cuántas personas estaban desaparecidas, fue localizado en Madrid el inquilino de la puerta 86, de la que había partido el incendio.
El hombre especificó que llevaba días fuera por cuestiones de trabajo y que no había dejado conectado ningún aparato, al margen de los que nunca se quedan sin suministro, como el frigorífico o el calentador.
Dos precedentes y los dos en la cocina
También reveló, tal como adelantó en exclusiva este diario, que dos años atrás había tenido problemas precisamente con este último, y que hubo que cambiarlo porque había «chispazos» en el enchufe. Una vez cambiado ese electrodoméstico, situado justo al lado de la cristalera del balcón, afirma que cesaron los problemas en su casa, aunque, agregó, que ese no era el único caso de anomalías eléctricas en la finca, que tenía 137 viviendas repartidas en dos torres de 14 y 9 plantas.
Unos años antes, en 2012, otra vivienda, la de la puerta 51, quedó arrasada por el fuego que, en ese caso, comenzó en un enchufe también de la cocina. La inquilina, actual administradora del edificio siniestrado, confirmó a este diario que en aquella ocasión había un cargador de móvil enchufado en esa estancia, sobre la encimera, pero sin que estuviese conectado el teléfono.
Lo que nadie ha querido revelar, por ahora, es qué aparato causó el incendio y por qué. La delegada del Gobierno en la C. Valenciana, Pilar Bernabé, explicó ayer a los medios de comunicación la conclusión policial: que el incendio comenzó en el interior, en un electrodoméstico de la cocina, y de manera fortuita.
La dinámica del incendio
Tampoco ha sido revelada la razón de la anomalía eléctrica, aunque todo apunta a un sobrecalentamiento que habría provocado un incendio latente, con gran generación de humos y de gases, pero sin llama, que lo habría hecho pasar inadvertido. La fuerte elevación de la temperatura por el aumento de la presión en la estancia acaba produciendo la rotura de cristales. Es el momento crítico. El fuego recibe la recarga de oxígeno que alimenta súbitamente las llamas. El incendio queda fuera de control y en plena expansión.
El primer vídeo del incendio de Campanar, que contó con dos factores clave para su vertiginosa e infernal propagación –el viento, con rachas de hasta 60 km/h aquel día, y el polietileno del interior de las planchas de revestimiento de la fachada– recoge precisamente esas primeras potentes bocanadas de fuego y humo, en forma de bola, vomitadas desde el interior de la cocina, que ya aventuraban esa tesis como la más probable.