Pese a que han pasado ya dos décadas, las lágrimas vuelven a los ojos de Mati Arlandis cada vez que recuerda los atentados del 11M. Esta enfermera de Sueca que ha desarrollado prácticamente toda su carrera profesional en Madrid, ciudad en la que reside desde hace 39 años, vivió el mayor atentado terrorista de Europa en la «zona cero» de la tragedia, la improvisada morgue de IFEMA donde fueron trasladados los cuerpos de las 192 víctimas de las bombas para que pudieran ser identificados por sus familiares.
«El dolor era muy fuerte»
«El dolor era muy fuerte, y por mucho que seas una profesional de la sanidad y hayas vivido situaciones muy duras como las que me he encontrado en mi vida como enfermera de Medicina General, que es el Bronx de los hospitales, no estábamos preparadas para una situación como aquella», relata Mati, que atiende a Levante-EMV por teléfono desde su casa en Madrid. «Corres el riesgo de quedarte en shock cuando ves que la cantidad de muertos y heridos es esperpéntica, pero al personal de Enfermería nos entrenan a mantener la calma y reaccionar ante cualquier situación al límite lo más rápido posible, así que reaccionas y haces frente a lo que sea«, añade.
Hace dos años que se jubiló y no ha olvidado que estaba haciendo exactamente a las 7.34 horas de aquel fatídico jueves 11 de marzo de 2004, cuando comienzan a estallar las bombas colocadas en cuatro trenes con un intervalo de cinco minutos. «Yo entonces era jefa de Estudios de la Escuela de Enfermería del Hospital La Paz y, como todos los días, a las 7.30 horas me reunía con la directora para abordar las clases de esa jornada», revive. De repente, empezaron a escuchar las sirenas de las ambulancias. «Aquello no era normal y enseguida nos dimos cuenta de que pasaba algo, al poner la radio y escuchar que era un atentando, nos quedamos totalmente perplejas», dice.
«Allí dónde te necesitan, tú vas»
Maite fue corriendo al Hospital La Paz, que entonces estaba al lado de la escuela, y se ofreció voluntaria para lo que fuera necesario. «Eso es algo que te enseñan cuando te formas en la Escuela de Enfermería, que allí dónde te necesitan tú vas; no te lo planteas ni puedes pensar en otra cosa», cuenta recordando con orgullo la Escuela de Enfermería del Hospital La Fe en la que se graduó en 1976 «era una de las mejores de España».
La enviaron a IFEMA, donde a las 12.30 horas comenzaron a llegar los primeros cuerpos de las víctimas de la explosión. Allí estuvo hasta bien entrada la madrugada del día 12 ayudando a las miles de personas que llegaban en busca de alguna información sobre sus familiares desaparecidos, pues al balance de muertos hay que sumar que las explosiones dejaron cerca de 2.000 heridos. «No recuerdo a la hora que salí de allí, no miré el reloj, pero sí que me impactó que a la una y media de la madrugada todavía llegara gente dispuesta a ayudar en lo que hiciera falta», destaca.
«Lloraban y estaban muy nerviosos»
Su trabajo fue atender a la gente que llegaba en busca de información sobre algún familiar desaparecido. «Estaban desesperados, llevaban muchas horas buscando y no sabían nada, se agolpaban ante los listados de heridos, lloraban y estaban muy nerviosos», recuerda. «Intentabas ayudarles transmitiéndoles calma, diciéndoles vamos a buscar, vamos a ver, vamos a intentarlo…», añade.
Una de las escenas que se le ha quedado grabada fue la de unos familiares que buscaban a una chica rubia y pensaban que era una de las heridas que estaba en coma, pero cuando compartieron con el hospital los datos de las características físicas de la joven y les dijeron que no se correspondía el peso con el de la paciente todo se truncó. «Les dijeron que la chica ingresada pesaba 60 kilos y rompieron a llorar, fue la imagen de la desesperanza», relata.
«¿Cómo va a querer Dios una cosa así?»
Fueron muchos los momentos de tensión que vivió Mati en IFEMA, pero recuerda especialmente dos. Uno fue cuando uno de los voluntarios «trataba de consolar a un familiar de una de las víctimas mortales diciéndole que ‘Dios lo ha querido así’, al ver la cara de estupefacción que ponía el pobre familiar no me pude callar y le dije ‘¿Cómo va a querer Dios que ocurra una cosa como esta?'».
La otra fue cuando la comitiva de representantes del Gobierno que llegó a IFEMA sobre las 21.30 horas tuvo que «marcharse a toda prisa cuando la gente empezó a gritarles ‘¡Asesinos!’, reprochándoles que el Gobierno hubiera metido a España en la guerra de Iraq, pues a esas horas de la noche ya nadie tenía dudas de que había sido un atentado yihadista«, cuenta.
Entre esas autoridades, además del entonces vicepresidente primero, Rodrigo Rato, y el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, estaba el portavoz del Gobierno, Eduardo Zaplana. El expresidente de la Generalitat, pese a la reacción de las familias que vivió en IFEMA, en ese mismo lugar y a esa hora de la noche afirmaba a los medios de comunicación lo siguiente: «En este momento, la Policía sigue pensando que ha sido ETA, pero ha tenido que abrir otras vías de investigación»… Hacía más de 10 horas que se había encontrado la furgoneta en Alcalá de Henares con 7 detonadores, parte de un cartucho de Goma 2 Eco y una cinta con versos coránicos.
Al día siguiente, pese a estar agotada, Mati no dudo en acudir a la gran manifestación que recorrió Madrid y en la que cerca de dos millones de personas mostraron su repulsa a los atentados. «La multitud lanzaba gritos en contra de la guerra y el Gobierno seguía diciendo que era ETA. Han pasado 20 años y sigo sin entender esa cerrazón, pues en una situación tan trágica como aquella lo que menos te esperas es que las autoridades te engañen… Tal vez si nos hubieran dicho la verdad desde el principio, quizás no hubieran perdido las elecciones», concluye.