Las alarmas han saltado en el Gobierno de España por el intento de un consorcio de empresas húngaro de comprar Talgo, el histórico fabricante de trenes español, un “campeón nacional” situado entre los líderes mundiales de alta velocidad. El ministro de Transportes, Óscar Puente, «hará todo lo posible» para rechazar la oferta pública de adquisición (opa), según adelantó El Periódico de España, del mismo grupo editorial que este diario,. Teme que haya inversores rusos o el mismo Estado detrás de esta operación. Esta supuesta relación ha sido categóricamente desmentida por Magyar Vagon. ¿Hay motivos para sospechar?
Hay lazos tanto políticos como comerciales de Hungría con Rusia, y algunos sobrevuelan esta operación. La compra la quiere llevar a cabo un consorcio llamado Ganz-MaVag Europe. Está formado en un 55% por la compañía Magyar Vagon y en un 45% por el fondo estatal Corvinus Zrt. “Magyar Vagon pertenecía a Kristóf Szalay-Bobrovniczky, el actual ministro de Defensa húngaro, hasta que entró en el Gobierno. Uno de sus contratos más sustanciales fue el firmado con Egipto para construir 1.300 vagones de metro en cooperación con la empresa rusa Transzmasholding”, explica a El Periódico de España Zsuzsanna Végh, analista política húngara y profesora invitada del German Marshall Fund.
La relación del Gobierno de Víktor Orbán con Rusia es pública y notoria. El primer ministro húngaro se reunió el pasado mes de octubre con Vladímir Putin en Pekín. Orbán, ultranacionalista y euroescéptico, le dijo a Putin que Hungría rechazaba oponerse a Rusia y que iba a tratar de mantener a salvo los contactos bilaterales. La anomalía de los encuentros se comprende mejor recordando que el presidente ruso tiene una orden de arresto emitida por el Tribunal Penal Internacional por crímenes de guerra debido a su presunta participación en el secuestro de niños de Ucrania. O que Putin es uno de los 1.718 rusos sancionados por la Unión Europea a la que pertenece Hungría. Los líderes de la UE y Estados Unidos clamaron contra la cita. Hungría es miembro tanto de la UE como de la OTAN.
“La relación de Orbán con Putin, a pesar de las apariencias, no es de amistad, sino pragmática. Un ex coronel de la KGB como Putin nunca se fiará del todo de un político húngaro, especialmente de un Orbán que puso las bases de su política en 1990 con un discurso en el que exigía a las tropas rusas que salieran de Hungría [ocupada por la URSS hasta 1991], un momento que Putin identifica con el colapso de la Unión Soviética y la mayor catástrofe del siglo XX”, aporta a este diario Botond Feledy, analista geopolítico y CEO de Red Snow Consulting.
Orbán se mantuvo crítico con Moscú hasta casi su llegada al Gobierno, en 2010. Entonces comenzó con su política de “Apertura hacia el Este”, orientada a acercarse tanto a Rusia como a China. “En todos los Gobiernos de Orbán desde 2010 se había seguido en realidad la misma política hacia Moscú que Alemania: cooperación económica con apertura diplomática, a pesar de las tensiones”, explica Feledy. “Sin embargo, mientras Berlín cambió de dirección desde la invasión rusa a gran escala de Ucrania, Orbán ha dado más bien algún paso hacia Moscú e intenta mantener todas las relaciones posibles con Rusia pese a la guerra”.
Eso se ve, por ejemplo, en la prolongación del contrato marco de 10 años para las compras de gas, renovado en agosto de 2022. O en la ampliación de la central nuclear de Paks, de planificación soviética y que aún se opera con la Corporación Estatal de Energía Nuclear rusa Rosatom. Y en el flujo constante de gas y petróleo ruso a Hungría.
La relación no es sólo económica, sino también política. La propaganda rusa se puede ver constantemente en los medios húngaros afines al Gobierno, apunta el analista. “Los servicios secretos rusos han penetrado el sistema de información del Ministerio de Exteriores húngaro, según las investigaciones de los medios del país, al menos desde 2016”, subraya. El Departamento Central de Inteligencia ruso llegó a entrenar conjuntamente con extremistas de ultraderecha armados en la campiña húngara, como descubrirían las fuerzas de seguridad. Orbán nunca permitió que se declarara entonces a los diplomáticos rusos persona non grata, aunque algunos fueron expulsados.
“Orbán argumenta que Occidente está en decadencia y que Hungría tiene que fortalecer los lazos con más bien con las potencias orientales”, explica Zsuzsanna Végh. “A lo largo de los años, y en paralelo con el aumento de las tendencias autocráticas en Hungría, esto se ha plasmado en el acercamiento a regímenes autoritarios por todo el mundo, especialmente Rusia y China”.
Orbán maniobró en Bruselas para eliminar de la lista de sancionados al actual cabeza de la Iglesia ortodoxa rusa, el patriarca Cirilo de Moscú. Ha intentado proteger de las sanciones también al International Investment Bank, de capital 50% ruso y 25% húngaro, una reliquia socialista que se convirtió en una suerte de banco “espía” al servicio de Vladímir Putin, un brazo financiero de los servicios secretos rusos, según han denunciado tanto la oposición ucraniana como Estados Unidos.
Respecto a Ucrania, el Gobierno de Budapest sostiene que deben emprenderse ya conversaciones de paz y se opone al apoyo militar al Ejército ucraniano. Ha bloqueado desde hace años la cooperación entre Ucrania y la OTAN. Y critica con dureza al presidente Volodímir Zelenski.
Empresarios cercanos a Rusia
“Empresarios cercanos al Gobierno han estado dirigiendo empresas junto a oligarcas rusos, como ha ocurrido recientemente en la reconstrucción de los vagones del metro”, apunta Feledy. Los hombres de negocios rusos se han instalado en Hungría y están perfectamente integrados en la vida económica del país desde los primeros años noventa.
Las relaciones políticas y económicas públicas de Hungría con Rusia no dejan lugar a dudas. Pero que detrás de la operación de Talgo pueda haber manos rusas está por probarse. Y hay quienes consideran que no es el caso.
“Puedo comprender por qué los españoles temen este acuerdo, porque Hungría no es el campeón de la cooperación con los otros miembros de la UE y los registros empresariales aquí no son muy transparentes y no se puede ver el dueño final de las compañías, pero creo que la compra es húngara, y no rusa”, opina para El Periódico de España Gergely Brückner, periodista del medio húngaro Telex, que ha estado siguiendo la opa. “La gente más importante en el acuerdo son húngaros: el propio primer ministro Viktor Orbán (porque el Estado está involucrado); Zsolt Hernádi, director de la empresa más grande del país, la petrolera Mol, y uno de los empresarios más importantes del país; o u directores ejecutivos como György Bacsa o Csaba Törő”.