Si un castizo resumiera el partido de Montjuic, lo titularía: «Jugamos como nunca, perdimos como siempre». Y es que los de Aguirre salieron con la idea, nada descabellada, de que era una gran oportunidad para meterle mano al Barcelona. Sin un centro del campo reconocible, con la única referencia habitual de Gundogan y el reconvertido Christensen, pero sin De Jong y sin Pedri, por lesión, y sin Fermín ni Oriol Romeu, en el banquillo, el Mallorca se atrevió a presionar al rival desde la salida del balón. Xavi, no sé si porque minusvaloró a los de Aguirre o porque lo que realmente le preocupaba es el cruce contra el Napolés en Champions, puso un equipo casi B, en el que incluso prescindió de Lewandowski por un Marc Gui, al que le vino grande batirse con Raillo.