«En el tiempo que tardaron en llevarme del hospital de Barbastro a Zaragoza y regresarme de vuelta de una prueba diagnóstica podría haber recorrido los más 1.000 kilómetros que nos separan de Huelva y habernos tomado unas fresas». No puede ser más gráfica y clara la queja de M. M. S., una paciente de Barbastro que el pasado 6 de marzo vivió «una auténtica odisea» en un traslado programado de ambulancia -gestionado por la empresa Transalud-. Su ‘viaje’ duró más de 10 horas y de su experiencia ya tiene constancia el Salud porque, al día siguiente, registró una queja formal por los «actos verdaderamente deshumanizadores», según reza en el escrito al que ha tenido acceso EL PERIÓDICO.
En él asegura que la recogieron en Barbastro «sin ningún tipo de notificación» y, una vez en Zaragoza y tras la prueba, no regresó a su ciudad hasta horas más tarde. «Casi 10 horas estuvimos mi compañera con cerca de 80 años con una insuficiencia respiratoria incapacitante a sus espaldas y una servidora abandonadas en un centro hasta que sin ningún tipo de explicaciones, en ayunas y sin comer, a las 15.00 horas de la tarde nos recogieron para regresar a Barbastro», explica.
«Aún nos quedaba un periplo de viaje de retorno donde la empresa Transalud nos premió con una vuelta turística por diferentes pueblos de la provincia», explica la paciente
Ahí no termino su ‘aventura’. «Lo mejor estaba por llegar», matiza con sorna. «Si no era suficiente la espera en una desamparada sala de estar, con unos camisones que dejan al descubierto salvada sea la parte, por la cual se esfuma cualquier atisbo de dignidad, aún nos quedaba un periplo de viaje de retorno donde la empresa Transalud nos premió con una vuelta turística por diferentes pueblos de la provincia», explica M. M. S. Fueron, según manifiesta en su queja al Salud, hasta Tardienta, después hasta Huesca para cambiar de ambulancia y, finalmente, a Barbastro.
«Nos tratan como jamones en un secadero»
«Sirva este llamamiento para que las autoridades competentes pongan freno al desastroso servicio de las ambulancias no urgentes de Aragón», indica. «Los trabajadores nos dieron un trato exquisito, pero la empresa nos hizo sentir como paquetes. Denigrante«, añade la paciente, quien alaba la «vocación profesional» de los trabajadores que les atendieron durante el 6 de marzo. «Los pacientes no merecemos sufrir una desatención tan desastrosa», matiza.
«Todo el mundo es susceptible de necesitar una ambulancia, habitualmente en un estado de vulnerabilidad por el estado de salud (no solo por el camisón), pero nos tratan como jamones en un secadero a la espera de ser repartidos. ¿Alguien vigila que estas empresas cumplan unos criterios mínimos de humanidad? ¿O tan solo se llevan el dinero escondiéndose detrás de la profesionalidad de unos trabajadores que parapetan el que existan más reclamaciones? ¿Hay alguien ahí?», reflexiona M. M. S. en su escrito.