Se decía que Campo do Forno era una de las calles que mejor olía en Santiago cuando allí se concentraban los panaderos con sus masas, harinas y molletes. Ahora poco queda de aquel antiguo oficio que colmaba este estrecho y alterado cruce de callejones, antiguamente sin salida y a mitad de la Rúa de San Pedro, adonde se habían trasladado los obradores del pan, que poco a poco habían sido retirados del interior del recinto amurallado y de sus inmediaciones por los peligros que suponía trabajar con fuego dentro de una ciudad hacinada, de edificios de madera, escalonados en altura y tan próximos unos de otros que impedían que las calles se ventilasen, condenándolas a permanecer sombrías, húmedas y oscuras, y permitiendo que los gatos saltasen a través de los tejados de una casas a otras con toda facilidad. Campo do Forno es, pues, una calle con nombre evocador donde los haya, siendo en él donde reside su mayor valor, pues no conserva inmuebles de interés y sólo consta de una diminuta dilación con una fuente empleada por los vecinos hasta que la modernización trajo estabilidad al sistema de suministro de agua y se acabó convirtiendo en un testimonial y muy modesto inquilino del ornamento urbano.
No es la única que guarda un origen curioso en la capital gallega. Descubre la toponimia de las calles más emblemáticas de Santiago.