Otro 8 de marzo que seguimos reivindicando una igualdad real y efectiva entre mujeres y hombres. Otro año más que seguimos sin tener los mismos derechos, las mismas libertades, las mismas oportunidades, los mismos salarios, las mismas tareas o las mismas responsabilidades.
El avance feminista de las últimas décadas es indiscutible. Hoy somos más libres y más iguales que años atrás pero no cabe duda de que estos avances resultan muy molestos para todos aquellos que quieren que el patriarcado siga siendo el sistema que mueve el mundo. Las mujeres ya no nos callamos, ya no somos sumisas ni invisibles pero todavía sufrimos el machismo a nuestro alrededor: desigualdad, opresión, infrarrepresentación, acoso, insultos, amenazas, violencia…
Por desgracia, estamos viendo últimamente cómo hay quienes pretenden volver al pasado, revertir las conquistas de la lucha feminista, eliminar y pisotear los derechos y las libertades de las mujeres que con tanto y tanto esfuerzo han conseguido nuestras abuelas, nuestras madres y todas las mujeres que nos han precedido.
Hay quienes incluso niegan la violencia de género. Quiero recordar en estas líneas que solo el año pasado fueron asesinadas 53 mujeres por el simple hecho de ser mujeres. Y repito, hay quien lo niega. Y añado, hay también quien pacta con quien lo niega. Y sinceramente, creo que en este tema hay que ser tajante: no podemos tolerar ni un paso atrás.
La violencia machista es el máximo exponente de la desigualdad entre mujeres y hombres. Es urgente e imperioso terminar con esta lacra social, es el reto más importante que tenemos como sociedad. Y acabar con la violencia machista es cosa de todos y de todas. Necesitamos un compromiso firme y serio de todas las administraciones públicas en la lucha contra la violencia de género. Por encima de chantajes y por encima de cualquier tipo de pacto, está, o al menos tendría que estar, la dignidad, la seguridad y la vida de todas y cada una de las mujeres.
Frente a los que quieren negar lo evidente, frente a los que quieren volver al pasado, tenemos que responder sin titubeos. Desde luego, a las y los socialistas nos tendrán enfrente.
Este 8 de marzo no es una fiesta. Es una jornada más de reivindicación y denuncia de todo aquello que queda por conseguir y de todo aquello que ahora vuelve a estar en peligro.
Este 8 de marzo volvemos a decir bien alto que nuestros cuerpos no son posesión de nadie más que de una misma, que ni se venden ni se alquilan, que no somos la mercancía de nadie, que queremos volver a casa sin miedo, seguras y libres, que no queremos ser valientes.
Otro 8 de marzo que reivindicamos acabar con la brecha salarial, alcanzar la paridad en la toma de decisiones, terminar con la parcialidad en el empleo a la que muchas mujeres se ven obligadas, que se concilie de verdad, que se repartan las tareas, que se compartan las responsabilidades.
Otro 8 de marzo que salimos a las calles porque no vamos a consentir ni un retroceso en nuestros derechos. Queremos seguir reclamando libertad, igualdad y dignidad para todas las mujeres, las que somos y las que vendrán. Queremos recordar a esas mujeres que se jugaron la vida para que hoy nosotras podamos salir a la calle. Queremos una sociedad mejor, más digna y más justa. Queremos gritar por aquellas que hoy no pueden hacerlo, queremos decirles que estamos aquí y que estaremos a su lado cuando nos necesiten. Nos necesitamos.
Ojalá algún día no tengamos nada que reivindicar y el 8M sea un día de fiesta y celebración.