Mis dos encuentros previos con Margaret Atwood (Ottawa, Canadá, 1939) siempre se habían producido en situaciones excepcionales. El primero, en Londres, un día después de que Donald Trump ganara las elecciones presidenciales en Estados Unidos. El segundo, en Cartagena de Indias (Colombia), apenas unas semanas antes de que el mundo se detuviera por la pandemia de Covid-19.