Era un trámite para el Manchester City el partido de vuelta con el Copenhague, y tuvo la virtud el equipo de Pep Guardiola de convertir el encuentro en un entrenamiento serio y competitivo y con público. Con dos goles en los primeros diez minutos, expulsó la quimérica posibilidad de que hubiera un accidente, la temerosa prevención que suele expresar el técnico de Santpedor siempre ante una noche como esa, y pudo dedicarse el City a dar carrete a jugadores complementarios que serán útiles un día u otro.