Raúl González cumple su quinta temporada en el Real Madrid Castilla. Una relación que rompe con la norma al frente del primer filial blanco, donde ningún entrenador ha pasado de las tres, como ocurre con los jugadores, salvo excepciones como la suya. Un equipo que sirve para proyectar a los que pasan por él y que sirve al club para financiar la cantera con los jugadores que no acaban de dar el salto al primer equipo.
Ese era el objetivo de Raúl, seguir los pasos de otros entrenadores que tuvieron la oportunidad de dar el salto como interinos al primer banquillo en sustitución del técnico cesado. Zidane, por poner el ejemplo más reciente, siguió ese trayecto y todos saben cómo acabó. Sin embargo, a Raúl no se le ha presentado la oportunidad en cinco temporadas, y tampoco ha conseguido devolver al filial a Segunda después de descenderlo en su primer año al frente del equipo.
TEMPORADA IRREGULAR
En el curso actual, la trayectoria del Castilla en la Primera RFEF está defraudando pese a ganar los dos últimos partidos. Corre más mirando hacia atrás que hacia adelante. Es cierto que el trabajo no es fácil. Tiene que optimizar cada año proyectos que cambian de manera notable, perdiendo a sus mejores valores. Pero a Raúl se le empieza a ver acomodado, tomando algunas decisiones que no ejemplarizan ante las nuevas generaciones que buscan hacer carrera en el último peldaño de ‘La Fábrica’.
Uno de esos casos es el de Íker Bravo, un delantero con sello de promesa cedido en el Real Madrid por el Leverkusen. Un jugador que se rodeó de una aureola polémica por su fuerte carácter sobre el campo, y al que Raúl descartó para el Castilla a principio de temporada. El club estuvo a un paso de devolverlo al equipo alemán, pero apareció Arbeloa para responsabilizarse del delantero en un intento de educarlo y sacar lo máximo de él, que es una de las funciones que tienen los formadores de la cantera.
PROBLEMAS CON JUGADORES
Desde entonces, Raúl ha ido poniéndole zancadillas, además de cerrar la puerta del Castilla, impide que se entrene con el primer equipo precisamente en un año en el que Ancelotti solo tiene un delantero centro, Joselu. La culpa no será solo de Raúl, también del italiano por hacerle caso. Sobre todo, porque Arbeloa ha sabido atarlo en corto para sacar su otra cara, convertirlo en el líder del Juvenil A y explotar con goles para convertirse en el Pichichi del equipo (13 goles en 19 partidos de Liga, y 3 en 6 en la Youth League) y recuperar la ilusión que llevó al club a apostar por él.
Íker Bravo puede ser la punta del iceberg de cómo se las gasta Raúl con algunos jugadores. Un técnico con un entorno que filtra en cada final de temporada que tiene ofertas para seguir su carrera en equipos intermedios. En el pasado mercado de invierno se le relacionó con el Villarreal, pero el club amarillo acabó desmintiendo el rumor asegurando que nunca pensó en él.
Raúl alega que está donde quiere estar para justificar su continuidad, aunque al final es un tapón para los entrenadores que vienen por detrás, como Arbeloa del Juvenil A o Pau Quesada, del Real Madrid C, líder en solitario de Tercera División en la reentrada del tercer filial tras años desaparecido. Porque La Fábrica es, o debe ser eso, un lugar donde se forman futbolistas y entrenadores y van dejando sitio para los que vienen por detrás.