La cólera contra los judíos ultraortodoxos crece en Israel en plena guerra de Gaza y en un momento de movilización general. Se niegan a enviar a sus hijos al ejército para no perder su «pureza» religiosa, algo que el primer ministro Benjamin Netanyahu apoya.
El tema cobró fuerza tras varias manifestaciones en los últimos días y sacude la frágil coalición de Netanyahu, a quien se le pide que actúe en nombre de la «equidad social» en el país.
«Vagos de mierda», «parásitos» gritaron algunos jóvenes israelíes el lunes en el centro de Jerusalén frente a un pequeño grupo de unos veinte ultraortodoxos con vestimenta tradicional -saco y pantalón negros, camisa blanca, barba larga y sombrero- que habían acudido a mofarse de su manifestación rezando, bailando y cantando «¡prefiero morir antes que entrar en el ejército!».
A unos veinte metros, cerca de mil personas arbolando banderas israelíes se reunieron para exigir que el gobierno obligue «por fin» a los ‘haredim’ («temerosos de Dios») a hacer el servicio militar. Entre ellos había muchos soldados reservistas como Oren Shvill, un ingeniero de 52 años de un asentamiento de Cisjordania ocupada.
Poco después del ataque sin precedentes de Hamás contra Israel el 7 de octubre, volvió a su unidad al igual que 340.000 reservistas. «Mi mujer no puede dormir. Toda la sociedad tiene que contribuir en la lucha», afirma.
En 1948, en el momento de la creación del Estado de Israel, se eximió del servicio militar a los ‘haredim’ que estudiaban a tiempo completo en las ‘yeshivot’ (institutos de estudios talmúdicos). El objetivo era permitir que un grupo de élite de 400 jóvenes se abocara al mundo de los estudios de los textos sagrados, diezmado durante la Shoah.