No hay tiempo ni para preparar la comida. No hay regla de conciliación que valga. Ni siquiera el bello arte de cerrar los ojos pensando en que quedan 80 kilómetros para la meta y que es un instante plácido para relajarse y comenzar a meditar la crónica a escribir. Con Tadej Pogacar en acción vale cualquier cosa menos el aburrimiento y hay que olvidarse de comer o tomar un tentempié pensando que la carrera acaba a las 5 de la tarde.