Mari, de 61 años y con una grave enfermedad, vivía atemorizada por su hermano Manuel, de 53 y con un carácter violento y despótico. Tal era el miedo que le tenía, que desde que retomaron la convivencia en el domicilio familiar, situado en la calle Brasil de València, tras finalizar la orden de alejamiento que le prohibía al ahora detenido por el presunto fratricidio aproximarse a ella, la víctima se encerraba en su habitación bajo llave para poder dormir tranquila por las noches.