José Luis Ábalos. / José Luis Roca

Lo peor de la corrupción española no es tanto su inmoralidad, que en eso es igual que todas, lo peor de la corrupción española es el mal gusto que exhiben sus protagonistas normalmente. Ahora son Ábalos y Koldo García, dos tipos que parecen sacados de una película de Torrente, pero antes fueron Medina y Luceño, más propios de una de Luis García Berlanga, y antes de ellos el Bigotes y compañía con sus puros y sus trajes a medida en la boda escurialense de Ana Aznar y antes Bárcenas con sus gemelos de oro y sus patillas de bandolero andaluz y antes los de los ERE de Sevilla gastándose el dinero de los planes de empleo en putas y en cocaína y antes el inefable Roldán con sus orgías en calzoncillos de flores a costa de las comisiones de la construcción de cuarteles para la Guardia Civil y antes y después de ellos los mil y un sinvergüenzas que este país ha dado a la historia de la corrupción mundial, una lacra que va unida a nuestra condición humana por más que muchos quisiéramos que no fuera así.