Camino de Isla Mayor, la mirada se pierde entre campos de arroz en un horizonte infinito. El mayor arrozal de Europa, que en plano cenital deleitara al público de La Isla Mínima –la película de Alberto Rodríguez de 2014 ganadora de 10 Goyas- está pasando por unos de sus peores momentos.
Los efectos de la falta de agua están azotando sin piedad a los arroceros de las Marismas del Guadalquivir, que ya el año pasado se quedaron sin sembrar. Esta situación supuso pérdidas de más de 700 millones de euros y 5.000 empleos en la pasada campaña, según las estimaciones de la Federación de Arroceros de Sevilla.
Un auténtico varapalo para el sector, que este año va por el mismo camino ante la más que probable baja dotación de desembalse por parte de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG) si no llueve en las próximas semanas.
Y un mazazo para el pueblo, que ha generado una industria en torno a este cultivo y al cangrejo de río, especie invasora que ha resultado ser un manjar muy apreciado más allá de nuestras fronteras y que también da réditos económicos a la zona. Sin arroz, la producción del cangrejo se ve mermada.
Los movimientos previos que se realizan cada año en estas fechas para afrontar la siembra del arroz a principios de mayo –la campaña se inicia entre los meses de marzo o abril- no se están llevando a cabo. La situación no mejora y ya el pasado año la CHG se vio abocada a recortar un 90% del agua destinada a regadío, una cuestión que no solo afectó al arroz, sino también a otros cultivos fundamentales para el desarrollo agrícola en provincias como Sevilla o Cádiz, entre ellos, el algodón, el maíz o el tomate de industria.
Sustitución por desesperación
La catastrófica previsión de futuro con una situación de sequía que se torna en estructural en Andalucía ha animado a algunos agricultores de la marisma sevillana a sustituir temporalmente sus cultivos y apostar por nuevas fórmulas, aunque desde la Federación de Arroceros de Sevilla aseguran que es solo una cuestión temporal y que esperan que la situación se revierta pronto.
¿Qué supone esto? Un cambio en el paisaje que solo podría instaurarse de manera más definitiva si la sequía persiste durante un ciclo de 10 o más años, que conllevaría grandes inversiones que ahora mismo los arroceros no pueden asumir. “No es una sustitución, es la respuesta a la desesperación en la que nos encontramos inmersos”, afirma Eduardo Vera, director gerente de la entidad agraria, quien recuerda que el año pasado solo se pudo cultivar un 2% de las 37.000 hectáreas destinadas al arroz en esta zona.
Ante este panorama, en la campaña de 2022 los arroceros apostaron por sembrar cereal de secano de invierno en unas 1.500 hectáreas de la Marisma, fundamentalmente, trigo, triticale, avena o cebada. “La cifra de la superficie de 2023 destinada al cereal durante este pasado invierno aún no la tenemos, aunque prevemos que es superior a la del año anterior”, estima Vera. No hay que olvidar que son cinco años seguidos de mala cosecha que están dejando al sector en una situación extrema.
En cualquier caso, subraya que no es un abandono del arroz y proclama las bondades de un cultivo en cuanto a la sostenibilidad, “con la huella de carbono más baja a nivel mundial, un sector que además está cerrando los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), cumpliendo así con la Agenda 2030”.
“En realidad, esta sustitución de cultivos es la apuesta del agricultor por tener activados sus campos, no dejar parados los tractores y seguir manteniendo parte de la mano de obra, más que por los beneficios económicos que puede obtener”, subraya el director gerente de la Federación de Arroceros de Sevilla quien, en cualquier caso, reconoce que el pasado invierno el cereal se ha comportado positivamente ante el aumento de su precio en los mercados.
«Esta sustitución de cultivos es la apuesta del agricultor por tener activados sus campos, no dejar parados los tractores y seguir manteniendo parte de la mano de obra»
Medidas en la margen derecha contra la salinidad
Una de las reivindicaciones históricas del sector es la necesaria puesta en marcha de obras que doten al cultivo de un abastecimiento de agua libre de la salinidad. Ante este panorama, la CHG ha empezado el año abordando estas necesidades con el objetivo de aislarlo de estos efectos principalmente en la margen derecha del río, después de que, desde 2008, se venga ensayando con éxito el riego de la margen izquierda con ‘agua dulce’ procedente del Canal del Bajo Guadalquivir.
En concreto, la Confederación, a través del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico, licitó a principios de año la redacción de los proyectos de cinco actuaciones en la zona. Entre ellas, los nuevos canales de distribución de la zona arrocera de la margen derecha del río.
“Estamos ilusionados ante esta iniciativa, aunque esperamos celeridad en el proceso, porque vamos tarde”, destaca Vera, quien recuerda que esta petición de infraestructuras de agua para el arroz “está presente en el sector desde hace más de 15 años”.
La inversión por parte del Gobierno central en este proyecto de modernización del arroz, incluido en el Plan Hidrológico del Guadalquivir 2022-27, está valorada en 240 millones de euros. La actuación, aseguran desde la CHG, viene a compatibilizar las necesidades técnicas que demandan los agricultores con el respeto a las condiciones ambientales.
Lo que no pueden frenar estas inversiones es una campaña más de perdida para los arrozales sevillanos -que aportaban el 40% de la producción nacional- si no hay lluvias constantes, lo que producirá que el sector vuelva a pasar un año en blanco. “Ojalá marzo y abril vengan cargados de agua y podamos hablar de recuperación; lo necesitamos”, desea Vera.