La mejor futbolista del último año, Aitana Bonmatí, explicaba en una reciente entrevista en el diario deportivo francés, l’Equip, que tenía la impresión que el Mundial conquistado en Sudáfrica no había servido para nada. Unas declaraciones que demuestran que este grupo de jugadoras no se conforman solo con ganar partidos. Ellas quieren que se las trate con la misma profesionalidad que los hombres y no cesaran hasta conseguirlo. De momento, los resultados las avalan.
La Nations League no es un título mejor y menos si lo disputas contra la selección francesa donde la mayor parte de sus futbolistas pertenecen al potente Olympique de Lyon. A todo eso, el dominio fue total, pudieron golear y dejaron patente su aplastante superioridad.
Lleva unos años el fútbol español agarrado más a los éxitos de las mujeres que de los hombres. Ocurre con la selección, pero también con los clubs. La propia Aitana también lo ha ganado este año todo con el Barça.
No hay más. Ha llegado el momento de revisar todos los procesos que envuelven las estructuras del deporte femenino. Hay que reexaminar horarios de partidos, viajes, estadios, terrenos de juego… Todo debe actualizarse y ser tanto o más profesional que en el deporte masculino. Ellas, las campeonas, por su parte, también deben adaptarse a los nuevos tiempos, corregir algunos de los errores cometidos y aceptar que el mundo profesional requiere muchos más sacrificios. Solo así, entre todos, lograremos que el deporte femenino se equipare de verdad al masculino. De lo contrario, cuando acabe esta maravillosa generación de futbolistas quizá volvamos a tiempos pasados. No queda otra que aprovecharse de lo que supone el doblete del Mundial y la Nations League para crear estructuras sólidas con futuro. El Mundial sirvió para cambiar una manera anticuada, caduca y detestable de dirigir la Federación. La Nations debe servir para consolidar un proyecto moderno de futuro que hagan olvidar para siempre los errores del pasado.