La imponente Muralla de Ávila fue testigo de excepción de los veranos del presidente con quien llegó a España la democracia, Adolfo Suárez, y su familia, quienes disfrutaban de una acogedora casa castellana a los pies de la cerca militar románica declarada Patrimonio de la Humanidad en 1985.
La vivienda familiar de Adolfo Suárez en Ávila, reconvertida en hotel, es la estrella de los establecimientos boutique de Diego Ortega, presidente del grupo Fontecruz, que impulsa junto a su padre y su hermano emplazamientos turísticos de lujo en ciudades declaradas Patrimonio de la Humanidad. «Nuestra filosofía consiste en ofrecer el encanto y la historia de nuestros edificios singulares junto con el valor cultural de las ciudades por las que apostamos», explica Ortega.
Todos los hoteles de Fontecruz están marcados con la categoría de lujo, pero es la Casa del Presidente la que mejores recuerdos trae a Diego Ortega, quien pasó su juventud en esa vivienda cuyo jardín está acotado por parte de la Muralla de Ávila. Allí fue donde Adolfo Suárez recibió a un Santiago Carrillo que fue detenido tras volver a España del exilio, disfrazado con una peluca, para poner en marcha la legalización del Partido Comunista.
Entre las paredes de este hotel, de 10 cálidas y exclusivas suites, se pusieron las bases de la Transición española y se redactaron innumerables borradores de la Constitución con la presencia entre otros de Manuel Fraga y Fernando Abril Martorell. «La casa está llena de historia», enfatiza Diego Ortega. «Hay hasta un pasadizo secreto que partía del despacho de Suárez con salida a la calle por si tenia que escapar y que ahora hemos convertido en la recepción del hotel», continúa. Justo en lo que era el despacho de Suárez, que se vio obligado a deshacerse de la casa para sufragar los gastos médicos de su hija Mariam cuando fue diagnosticada de cáncer estando embarazada. Tanto Mariam como su esposa, Amparo Illana, fallecieron tras padecer esta enfermedad.
El hijo del duque de Suárez, Adolfo Súarez Illana, ha visitado en tres ocasiones el hotel, pero ha rehusado pasar la noche en este edificio repleto para él de recuerdos de juventud.
La Muralla separa sus vastos jardines del exterior y es el único hotel del casco antiguo abulense con piscina.
Una nostalgia camelot
Entre los muros de piedra de la casa se respira una nostalgia camelot con estancias que acogieron momentos familiares felices y e hitos históricos de la transición hacia la democracia.
El hotel se distribuye en tres plantas. La inferior es la que más fiel se ha mantenido a la estructura original de la casa,construida en la década de 1970 para la familia Suárez sobre una edificación anterior. En esta planta destacan las vigas y contraventanas de madera propias de los palacetes castellanos, el zaguán de piedra que da la bienvenida al huésped, la cocina decorada con azulejos de cerámica de Talavera y enseres de cobre, y la recepción, situada en lo que fuera el despacho del presidente.
Preside la estancia una gran librería de la época de Suárez con una pequeña puerta secreta diseñada para facilitar su huida en caso de emergencia.
También en esta planta se encuentran los salones sociales del hotel, con tres chimeneas, sofás tipo Chester y piezas muy especiales entre las que se incluyen obras de arte originales, muebles franceses de principios del XIX o un biombo oriental del año 1600.
Los pisos superiores albergan las diez habitaciones- dos Delux, cinco Junior Suites y tres Suites-de este hotel. Cada una ha sido bautizada con distintos nombres que, para la propiedad, representan los valores sobre los que se sustentó la figura del duque de Suárez: Vida, Amor, Alegría, Libertad, Paz, Coraje, Diálogo y Felicidad son algunos de ellos.
Entre las zonas comunes del hotel se encuentra un imponente jardín delimitado por la propia Muralla de Ávila, salpicado de vegetación y coronado por un tranquilo porche y una piscina de verano. Es el único cinco estrellas de la ciudad.
Esmero culinario
En el esmerado servicio y en la propuesta culinaria destacan sus desayunos caseros a base de zumos naturales y café recién hecho, mermeladas artesanales, embutidos locales, quesos de la sierra de Gredos y el valle del Tiétar, yogures naturales de vacas abulenses y una gran variedad de panes artesanos de la Tahona del Sotillo, un obrador con más de 100 años de antigüedad donde se trabaja con masas madre en todas las elaboraciones, que se molturan, muchas de ellas, en molino de piedra.
El comedor ofrece una carta de platos basados en la materia prima y de temporada con foie casero, puerros a la brasa, croquetas de cecina, costilla de ternera avileña, huevos fritos de corral de los hermanos Redondo (El Barraco) con gambones en salsa Diabla o, cómo no, las patatas revolconas con torrezno.
«En La Casa del Presidente tenemos siempre huevos frescos para preparar tortilla francesa y café recién hecho, casi los únicos alimentos que ingería Adolfo Suárez», destaca Diego Ortega.
Completa la propuesta culinaria una pequeña pero estudiada bodega con vinos de la zona (de Cebreros, El Tiemblo y El Barraco), referencias tanto clásicas como curiosas del país (entre las que sobresalen los monovarietales y coupages de Pinot Noir de la bodega vallisoletana Alta Pavina) y algunas etiquetas internacionales (de Francia, Alemania, Italia y California).