Un ensayo en el que reflexiona sobre lo que denomina «batalla cultural», y que desencadena un proceso divisivo en las sociedades occidentales que pone en riesgo la libertad propia del conocimiento. La obra «La trinchera de las letras», de Juan Soto Ivars (Águilas, Murcia, 1985), escritor y periodista de Prensa Ibérica, el grupo editor de La Nueva España, fue reconocida este miércoles con el XXX Premio Internacional de Ensayo Jovellanos. «Ha sido una sorpresa para mí, me hace especial ilusión, una alegría tremenda», dijo el autor al saberse merecedor de la distinción. «Jovellanos es uno de los ilustrados españoles, y aunque en España la Ilustración nos dio más de refilón, Jovellanos está ahí. Por eso en este ensayo intento echar una mirada ilustrada racional, sobre estas pasiones fanáticas que mueven las guerras culturales», reflexiona. El jurado del premio, que promueve Ediciones Nobel y que cuenta con una dotación de 9.000 euros, destacó que se trata de un ensayo escrito «con brillantez e ingenio, que plantea temas relevantes como el imperio de lo políticamente correcto». Todo ello «con un tono provocador y, sin embargo, conciliador».
«Pensar hoy día es un acto polémico», dice Soto Ivars, porque «el pensamiento, si es libre, te lleva a conclusiones que muchas veces van a chocar con un dogma de otros».
El ensayo, explica su autor, es fruto de su análisis, a lo largo de varios años, de estas «batallas culturales». «Hay millones de ejemplos y polémicas que nos sirven para plantearnos esa pregunta de qué demonios estamos discutiendo todo el rato y qué nos pasa, por qué se politiza todo o por qué la canción que has escuchado de toda la vida es problemática», expone el escritor murciano.
Para Soto Ivars, esta situación se origina en 2008, con la crisis económica de las hipotecas sub-prime y el auge de las redes sociales. «En 2017 se llegó al punto de máxima eclosión y ahora estamos un poco a la deriva, cada vez se abren más frentes y no sé si habrá una solución», avisa, antes de argumentar: «No puede haberla si cuando uno tira de la cuerda, el otro lo hace para el lado contrario. Con el feminismo se puede ver, porque hasta hace poco la igualdad entre hombres y mujeres era un consenso bastante generalizado, pero entonces aparece con mucha fuerza ese feminismo más identitario, más de los últimos años. ¿Y cómo se sale de ahí? Pues volviendo a un punto de convivencia, eso sería lo ideal, pero está surgiendo, enfrente, una especie de masculinismo orgulloso que se opone a eso».
«La guerra cultural es una interferencia del conocimiento», dice el autor, sobre una idea que amplía en el ensayo: «Se convierten partes del conocimiento en preferidas o apestadas, según posicionamientos ideológicos que no siempre tienen que ver con la ideología clásica. Es lo que hace que, de pronto, una canción como la mítica de Hombres G, ‘Sufre mamón’, genere polémica. Siempre fueron un grupo de música ligera para irte de fiesta o a un karaoke, de gusto común, pero no despertaba un recelo político. Y esta guerra cultural los ha politizado. Las canciones que siempre habíamos conocido, de pronto han quedado politizadas por esta especie de mancha que convierte lo común en divisivo».