«Sáquenle las redes, ya no es tuitero ni panelista (tertuliano)», pidió la diputada provincial de derechas y exmodelo, Amalia Granata. La adicción del presidente argentino Javier Milei a la red provoca estupor en propios y extraños. El ultraderechista vive parte de sus días en el espacio virtual, es su segunda naturaleza y confía en que ese predominio que exhibe frente a los otros políticos analógicos le permita mantener las riendas de un país con un 57,4% de pobres, una inflación acumulada en sus dos primeros meses de gestión cercana al 50% y numerosos frentes de tormenta abiertos al mismo tiempo: la calle, el Congreso, la relación tormentosa con las provincias y, también, el Brasil de Luiz Inácio Lula da Silva.