Una canción que puede hacer furor en las clases de ‘line dance’ (‘Texas hold ‘em’) y otra con ecos de tonada de trabajo, sufrida, autobiográfica y con fondo épico (’16 Carriages’), son la avanzadilla de la chocante mutación que nos propone Beyoncé. Ambas piezas se acercan a un género musical, el country, que solemos situar lejos del imaginario natural de una cantante afroamericana como ella. ¿Pero, lo es tanto?