Dos jóvenes treinteañeros con aspecto de hípster y móviles en mano aparecen en un café de Pechersk, en la capital ucraniana. La cita es para viajar hacia una localidad que se exige a este diario que no se mencione. «Cuestiones de seguridad«, dicen. Sólo después de una hora de camino desde Kiev, se descubre que se ha llegado al lugar pactado. Es un viejo aeropuerto abandonado después de la invasión rusa a gran escala de Ucrania. Ahora se usa ahora para testar y calibrar nuevos modelos de drones antes de usarlos en el frente de batalla. Todos son de producción ucraniana.