La Cruz de Cristo es unidad para todos los hombres. Por eso reconcilia a la humanidad con Dios y al hombre con sus semejantes. En este día de Cuaresma, lunes de la segunda semana, conmemoramos a San Alejandro, Patriarca de Alejandría, que luchó en bien de la reconciliación y la humanidad. Nacido en torno al año 250, tuvo un gran espíritu de caridad que se mostró en su trato generoso con los más pobres y desfavorecidos.

A la muerte de Aquillas es propuesto para ocupar la Sede alejandrina, en un clima de controversias que le obligarán a sobreponerse para corregir al que yerra, siguiendo las obras de misericordia espirituales. Celoso por las almas en la vida espiritual, muestra también gran acogida hacia los indigentes. Pronto mandará construir el Templo en honor de San Teonás, el obispo más grande de Alejandría entre finales del siglo III y principios del IV.

Por entonces surgen dos personajes contrapuestos: San Atanasio y Arrio. El primero es un fiel servidor de la Iglesia, mientras el segundo empieza a difundir la doctrina herética, denominada arrianismo que niega la divinidad de Cristo. Esto hace que el Patriarca tenga que tomar cartas en el asunto, interviniendo el propio Emperador Constantino al ver que, tanto Eusebio de Nicomedia, como Eusebio de Cesarea, escritores eclesiásticos, aceptan tal desviación doctrinal.

Lo que se toma como una mera discusión teológica sin mayores consecuencias – al menos aparentemente-,terminará por ser un grave problema, que se resolverá definitivamente en el Concilio de Nicea.En él, se proclamará la Fe en Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos. Un año después, muere San Alejandro, tras haber clausurado el mencionado Concilio Niceno.