1. San Néstor, Obispo de Magido y mártir
  2. Beata Piedad de la Cruz Ortiz Real
  3. Otros Santos

¿Qué santos se celebran hoy, lunes 26 de febrero de 2024?

El 26 de febrero, la Iglesia católica conmemora a un gran número de santos y beatos, cada uno con una historia y legado únicos. 

San Néstor, Obispo de Magido y mártir

Polio, gobernador de Panfilia y Frigia durante el reinado de Decio, trató de ganarse el favor del emperador, aplicando cruelmente su edito de persecución contra los cristianos. Néstor, obispo de Magido, gozaba de gran estima entre los cristianos y los paganos, y comprendió que era necesario buscar sitios de refugio para sus fieles. Rehusando a ser oculto, el Obispo esperó tranquilamente su hora de martirio, y cuando se encontraba en oración, oficiales de la justicia fueron en su búsqueda.

Luego de un extenso interrogatorio y amenazas de tortura, el Obispo fue enviado ante el gobernador, en Perga.

El gobernador trató de convencer al santo –primero con halagos y luego con amenazas- de que renegara de la religión cristiana, pero Néstor se mantuvo firme en el Señor, siendo enviado al potro, donde el verdugo le desgarraba la piel de los costados con el garfio.

Ante la firme negativa del santo de adorar a los paganos, el gobernador lo condenó a morir en la cruz, donde el santo todavía tuvo fuerzas para alentar y exhortar a los cristianos que le rodeaban.

Su muerte fue un verdadero triunfo porque cuando el Obispo expiró sus últimas palabras, tanto cristianos como paganos se arrodillaron a orar y alabar a Jesús.

Beata Piedad de la Cruz Ortiz Real

Piedad de la Cruz Ortiz Real, hija de José y de Tomasa, nació en Bocairente, (Valencia) —España—, el 12 de noviembre de 1842, siendo bautizada al día siguiente con el nombre de Tomasa. Ocupaba el quinto lugar entre ocho hermanos.

En la escuela se distinguió por la piedad, la constancia y el talento en la música, en el bordado y en la recitación.

A los diez años hizo su primera Comunión. Con mirada retrospectiva ella misma narra así sus sentimientos: «Cuando recibí por primera vez la Sagrada Comunión, quedé como anonadada y experimenté que Jesús me llamaba a la Vida Religiosa». Este encuentro con Cristo en la Eucaristía la marcó para siempre. Tomasa querrá ser del Señor y vivir para Él.

Completó su formación humana y espiritual en el Colegio de Loreto que las Religiosas de la Sagrada Familia de Burdeos tenían en Valencia. Cuando pidió ingresar en el noviciado de ese Instituto, su padre, considerando la situación política de la época y la juventud de Tomasa, la obligó a volver a casa.

Tres aspectos caracterizaron esta etapa de su vida en Bocairente: el espíritu de piedad y oración, su dedicación a hacer el bien a los niños pobres, los ancianos y enfermos y el tesón en dar una respuesta a aquello que sintió en su interior el día de la primera Comunión.

Por fin, Tomasa, parece que podría realizar el sueño de su vida: Consagrarse al Señor en un convento de Carmelitas de clausura en Valencia, pero una enfermedad, la obligó a abandonar el noviciado y volver a la casa paterna. Una vez recuperada, hizo un nuevo intento de ingresar en un convento de clausura y otra vez ocurrió lo mismo.

A través de estos acontecimientos, Tomasa descubrió que Dios no la quería por ese camino. Ella le pedía ver claro cuál era su voluntad, y su oración era ésta: «Tuya, Jesús mío, tuya quiero ser, pero díme dónde».

Con la certeza de sentirse llamada a una vida de especial Consagración, pero con la duda de dónde la quería Dios, Tomasa se dirigió a Barcelona. Allí, después de muchas dificultades, el Señor respondió a la búsqueda vocacional de Tomasa haciéndola vivir una profunda experiencia mística, en la que el Corazón de Jesús, mostrándole su hombro izquierdo ensangrentado, le dijo: «Mira cómo me han puesto los hombres con sus ingratitudes, ¿quieres tú ayudarme a llevar esta cruz?». A lo que Tomasa respondió: «Señor, si necesitas una víctima y me quieres a mí, aquí estoy, Señor». Entonces, el Redentor le dijo: «Funda, hija mía, que de ti y de tu Congregación siempre tendré misericordia».

Esta experiencia fue crucial para Tomasa, le dio tal certeza, que jamás se borraría de su mente y de su corazón. Desde ese momento, comprendió que Dios le pedía dar vida a un nuevo Instituto.

La interrogante ahora era dónde fundar, dónde dar respuesta positiva a la invitación de Cristo a llevar la cruz de los más pobres, de los que menos cuentan para este mundo. El Obispo D. Jaime Catalá fue quien le indicó que le abriera el corazón a su confesor y que hiciera lo que él le indicaba. Con este gesto, Tomasa, se sometió en fe a la Jerarquía de la Iglesia para hacer la voluntad de Dios.

Las inundaciones del río Segura que en 1884 habían destrozado la huerta murciana y la escasez de Congregaciones religiosas en esta zona, hizo que la orientara hacia esos lugares de mayor necesidad.

En el mes de marzo, Tomasa, acompañada de tres postulantes, salió de Barcelona camino de Puebla de Soto, a 1 km. de Alcantarilla, para fundar allí, con la autorización del Obispo de Cartagena-Murcia, la primera Comunidad de Terciarias de la Virgen del Carmen.

Los habitantes de la huerta murciana aún no se habían repuesto de la tragedia de las inundaciones de 1884, cuando apareció el cólera. Tomasa, —que por entonces había tomado el nombre de Piedad de la Cruz— y sus Hijas se multiplicaban en el cuidado a los enfermos y a las niñas huérfanas en un hospitalillo que ella llamó de «La Providencia».

Iban llegando otras jóvenes, atraídas por el modo de vivir de aquellas primeras Terciarias Carmelitas. La Casa se quedó pequeña, hubo que comprar la de Alcantarilla. También se estableció una nueva Comunidad en Caudete… Todo hacía pensar que al fin, Tomasa había encontrado el lugar donde llevar a cabo su vocación.

Sin embargo… de nuevo la cruz. Era el signo que ella había pedido para saber que todo aquello era de Dios: «Fundar en tribulación» y el Corazón de Jesús se lo concedió con creces.

Aunque la Virgen María ocupó un lugar muy importante en el corazón y en la vida de Tomasa, su Carisma estaba centrado en el Corazón de Cristo. Y… ¡designios de Dios! Aparecieron algunas tensiones entre las Comunidades de Alcantarilla y Caudete, ya que la Congregación no tenía aún la aprobación diocesana.

En el mes de agosto, las Hermanas de Caudete se dirigeron a Alcantarilla y se llevaron las novicias, dejando a Madre Piedad sola con Sor Alfonsa. Fueron días de mucho dolor. La Fundadora, como siempre, se refugió en la oración, se postró ante el Cristo del Consuelo y allí permaneció horas y horas clavada a sus pies. Sufre, pero no se rompe, porque la barquilla de su vida estaba bien anclada en el Señor.

Una vez más acudió a la Jerarquía eclesiástica en busca de orientación y de luz. Será el Obispo Bryan y Livermore quien envíe a Tomasa y a su fiel compañera, Sor Alfonsa, al Convento de la Visitación de las Salesas Reales en Orihuela para hacer un mes de ejercicios espirituales y para proyectar una nueva Fundación, tomando como protector a un Santo Obispo. Es aquí, donde el Espíritu Santo iluminó vivamente a M. Piedad, al tiempo que la llenaba de fuerza profética, le mostraba su verdadero Carisma, y el título de su Congregación, que estaría bajo el patrocinio de S. Francisco de Sales.

Y… llegó la hora de Dios. Era el 8 de septiembre de 1890. Nacía en la Iglesia, después de muchas dificultades y tribulaciones, la Congregación de Hermanas Salesianas del Sagrado Corazón de Jesús, una Congregación donde el Corazón de Cristo quiere ser amado, servido y desagraviado de las ofensas que recibe de los hombres. Y al amar, servir y desagraviar, ver el rostro del Señor en las niñas huérfanas, en las jóvenes obreras, en los enfermos, en los ancianos abandonados… y ayudarles a llevar la cruz.

Nos legó su propio Carisma: Hacer sensible ante los hombres, especialmente pobres, el amor del Padre Providente, manifestado en el Corazón misericordioso de Jesús abierto en brazos de la Cruz.

Aunque toda la vida de Madre Piedad fue una renuncia al mundo, no por eso había «huido» del mundo, sino que seguía en él haciendo el bien y luchando contra el mal. Testigos de ello fueron tantos matrimonios rotos o a punto de romperse, tantas jóvenes a las que iba a buscar a las fábricas para formarlas en la escuela dominical, niñas sin hogar a las que amó entrañablemente, ancianos solos, enfermos …

Vivió pobre y murió pobre, sentada en un sillón, porque «Aquel —decía señalando el Crucifijo— murió en la cruz y yo no debo morir en la cama, sino en el suelo». Expiró con el crucifijo en los labios y en la santa paz de Dios. Era el sábado, 26 de febrero de 1916.

La gente sencilla exclamaba con profundo sentimiento: ¡Ha muerto una santa! ¡Ha muerto nuestra madre!

El día 6 de febrero de 1982 tuvo lugar en la Diócesis de Cartagena-Murcia la apertura del Proceso de Beatificación y Canonización de la Sierva de Dios.

El día 7 de mayo de 1983 fue clausurado dicho Proceso, pasando a Roma, que aprueba la validez del mismo el 3 de febrero de 1984.

Después de un estudio exhaustivo sobre las virtudes practicadas por Madre Piedad, el 1 de julio de 2000, en el Vaticano, en presencia de S.S. Juan Pablo II, se dio lectura al Decreto de reconocimiento de Virtudes Heroicas, y el 12 de abril de 2003 al Decreto sobre el milagro, dando paso así a la Beatificación en Roma el 21 de marzo de 2004.

Otros Santos

  • San Agapito de Palestrina: Mártir del siglo III que fue quemado vivo por su fe.
  • San Antonino de Apamea: Obispo del siglo IV conocido por su defensa de la ortodoxia frente a la herejía.
  • San Asterio de Petra: Obispo del siglo IV que combatió el arrianismo y escribió importantes obras teológicas.
  • San Alejandro de Alejandría: No solo fue un obispo y mártir, sino también un importante teólogo que combatió la herejía arriana. Se le considera uno de los Padres de la Iglesia y su obra «Contra Arrio» es una referencia fundamental en la defensa de la divinidad de Cristo.
  • San Porfirio de Gaza: Además de obispo, fue un prolífico escritor que dejó una amplia obra sobre temas espirituales, teológicos y exegéticos. Su «Comentario al Cantar de los Cantares» es una de sus obras más conocidas.
  • Santa Matrona de Tesalónica: Su martirio durante la persecución de Diocleciano la convirtió en un símbolo de la fortaleza y la fidelidad a la fe. Su historia ha inspirado a numerosos cristianos a lo largo de los siglos.
  • San Luciano de Antioquía: Es uno de los primeros ejemplos de apologista cristiano, es decir, un defensor de la fe frente a las críticas de los paganos. Su obra «Discurso sobre la muerte de Peregrino» es una de las más importantes apologías del siglo II.
  • Santa Juana de Chantal: Junto a San Francisco de Sales, fundó la Orden de la Visitación de Santa María, una comunidad religiosa dedicada a la oración y la contemplación. Su espiritualidad, basada en la humildad y la caridad, ha tenido un gran impacto en la Iglesia católica.
  • Beato Bernardo de Corleone: Su fama de santidad se debe a su entrega a los pobres y enfermos, así como a los numerosos milagros que se le atribuyen. Es un ejemplo de la caridad franciscana en acción.
  • Beata María Teresa Haze: Fundó las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl, una congregación dedicada al servicio de los más necesitados. Su legado continúa inspirando a las religiosas de esta orden en su labor social.
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