Una profesora de Filosofía, una mujer jubilada, una ingeniera industrial, una administrativa… Siete mujeres, un hombre, un niño y un bebé. Diez vidas que finalizaron el jueves por la tarde cuando el fuego arrasó con sus hogares. Esta es su historia.
Carmen era recordada por sus vecinos de edificio como una mujer «muy educada, muy amable y muy elegante». «La veías y siempre iba bien vestida y con una sonrisa en la cara», rememoraba Verónica, quien se enteró justo el sábado a mediodía que Carmen, había fallecido también en el terrible incendio que asoló el jueves por la tarde el inmueble de Campanar. «Yo tampoco lo sabía y ayer la incluí en el grupo de Whatsapp. Me extrañaba que no contestara».
Carmen fue vicepresidenta de la comunidad de propietarios de las torres destruidas ahora por el fuego. Tenía 67 años, había sido, según apuntaba un vecino, empleada de banca y residía sola en su casa de tres habitaciones en el noveno piso desde hace alrededor de una década. Otros residentes recordaban, sin embargo, que durante un tiempo estuvo viviendo con ella una de sus hijas que, al igual que su hijo, continuaba visitando a menudo a la mujer.
Carmen es una de las diez personas fallecidas -siete mujeres, un hombre y un niño y una niña de corta edad- en el terrible incendio de Campanar que ha sacudido Valencia y cuyo recuerdo será muy difícil de borrar.
En uno de los pisos murió una ciudadana rusa y en otro, otras dos mujeres, una de ellas con movilidad reducida
Su nombre se une a la lista de fallecidos en el que también se encuentra una mujer de nacionalidad rusa de entre 40 y 50 años que se encontraba sola en su casa cuando se produjo el siniestro, y el de otras dos mujeres -una de ellas con la movilidad reducida- que estaban en su casa y no pudieron escapar del humo y las llamas.
También al de la familia formada por un matrimonio, Marta y Ramón, y sus dos hijos -Víctor, de tres años, y Carla, de apenas dos semanas- que perdieron la vida asfixiados por el humo cuando trataban de protegerse del fuego en el cuarto de baño.
Antes de morir, Marta y Ramón pudieron hablar por teléfono con sus familiares e incluso despedir de ellos. La noticia impactó con fuerza no solo entre sus más allegados, sino entre las muchas personas con las que habían compartido algunos aspectos de su vida.
En el colegio Jesús y María de Valencia, donde Marta -administraiva de profesión- había estudiado, se celebró una misa en su recuerdo. También la escoleta Sant Pau, del mismo barrio de Campanar en el que ha tenido lugar el incendio, colocó un crespón negro a la entrada en señal de duelo por el pequeño Víctor. Y el Levante UD hizo público un comunicado lamentando la muerte de Ramón, socio y abonado del club desde hace más de 20 años.
La pequeña de tres hermanos
Esther también pudo comunicarse con sus personas más queridas -en este caso, su madre y su pareja- antes de fallecer en el incendio. Les dijo que tenía serias dificultades para poder salir de allí. Nacida en Alzira, donde aún vive su familia (era la pequeña de tres hermanos), donde aún tenía su grupo de amigos y donde hasta hace poco había sido fallera, Esther se había instalado hace alrededor de dos años en una de las viviendas de los bloques que fueron devorados por el fuego.
De unos 35 años de edad, la joven llevaba algo más de tres años trabajando en una multinacional sanitaria y anteriormente en otras empresas de este ramo radicadas en la ciudad de València. Había cursado sus estudios de Ingeniería en Organización Industrial en la UPV y había disfrutado de una beca Argo para realizar prácticas en Inglaterra.
También será recordada Pilar, una profesora de Filosofía en el IES Malilla desde hace al menos una década, que se encontraba en su ático del edificio siniestrado cuando encontró la muerte el pasado jueves. Pilar no tenía hijos y había dedicado toda su vida a la educación -de hecho, iba a jubilarse pronto-, y quienes la conocían la definían como una mujer activa, jovial y con una personalidad destacable.