La desesperación de la familia que falleció en el baño de su casa, en la torre más baja de las dos que forman el edificio siniestrado en el incendio de Campanar, mientras realizaba dramáticas llamadas de despedida a sus familiares y amigos, ha puesto sobre la mesa preguntas sin respuesta aún sobre la seguridad de las personas y los medios públicos para garantizarla. La más evidente, ¿cómo pudo convertirse un edificio vendido como el último grito en domó tica y exclusividad urbana en su época en una gigantesca tea envuelta en llamaradas y humo negro en poco menos de una hora?