Alicia necesita empezar de cero y abandonar la Plaza de los Frutos. Su estancia en el barrio estuvo marcada por Julio Crespo, cegada y sin creerse nada hasta que consiguió quitarse la venda para denunciar todos los males de su padre.
La joven necesita un nuevo comienzo, lejos de la Plaza de los Frutos. No quiere que nadie le relacione con su padre, y por ello decide aceptar una oferta de trabajo en Nueva York. Se lo cuenta a Victoria, que escucha con tristeza la noticia y la decisión de su amiga.
“No puedo seguir con ese lastre”, se excusa Alicia, y Victoria lo entiende perfectamente. Ella también ha sufrido las decisiones de su madre y también necesita que Confecciones Quevedo enderece su situación.
Alicia le propone cruzar el Atlántico con ella, en un último intento de seguir manteniendo relación con Victoria, pero su sitio está en Madrid, en su empresa, y no puede dejar tirado a Román. La emotiva despedida acaba con un tierno abrazo, con Alicia dándole a Victoria un beso que no olvidarán jamás, y dejando en el aire una historia de amor que, más allá de sus altos y bajos, ha sido puro y real para las jóvenes.