El grupo de Homicidios de la Policía Nacional, responsable de la investigación del incendio del edificio de Campanar que ardió en la tarde del jueves causando al menos 9 muertos, un desaparecido y 15 intoxicados y heridos, ha comenzado a tomar las primeras declaraciones a testigos y a agentes de la Policía Nacional y de la Local que intervinieron en los primeros instantes como parte del equipo de emergencia desplazado al lugar.
Son los primeros pasos de una investigación que deberá aclarar no solo las causas del incendio en sí mismo, sino también las razones de la rapidísima propagación de las llamas a lo largo y ancho de la fachada, hasta el punto de que el fuego saltó enseguida de la primera torre, de 14 plantas de altura, a la segunda, y convirtió el edificio entera en una gigantesca tea envuelta en una espesa humareda negra.
Para lograr responder a esas preguntas, el grupo de Homicidios cuenta con el apoyo no solo de los especialistas en investigación de incendios de la brigada de Policía Científica de València, sino también de la Comisaría General de Policía Científica, que envió ayer desde Madrid a sus expertos en esta materia. Tal como informó ayer Levante-EMV, del grupo Prensa Ibérica, en su edición digital, de los 15 agentes de la Comisaría General desplazados a València a primera hora de ayer, dos son expertos en incendios y siete en Investigación de la Escena del Crimen.
Todos ellos, junto con el jefe del grupo de Homicidios comenzaron ayer con la inspección del edificio, principalmente con el examen de la vivienda que ocupaba la puerta 86, en la octava planta de la torre de 14 plantas, que es donde comenzó el fuego, que estaba vacío, según asegura el conserje de la finca.
Aunque aún es muy pronto para aventurar cuál es el origen del fuego, distintos elementos apuntan a un inicio fortuito y posiblemente de origen eléctrico. El inmueble carece de instalación de gas y todos los servicios tienen alimentación eléctrica.
Las llamas volaron por la fachada
La segunda parte que deberán resolver los especialistas de la Policía Científica es por qué se propagó a una velocidad tan alta, lo que complicó extraordinariamente los trabajos de evacuación, primero, y de extinción, después.
A la espera de ese informa policial, todas las miradas apuntan al tipo de revestimiento exterior del edificio, rematado con una fachada ventilada compuesta por planchas de aluminio del tipo composite.
Son placas de 5 milímetros de grosor compuestas por dos paneles de aluminio con un núcleo central que hoy es de un compuesto mineral para garantizar que sea ignífugo, pero que en la época en que fue construido, entre 2005 y 2008, era de polietileno. Se trata de un polímero (componente plástico) altamente inflamable (arde a los 137 grados), lo que unido a que las planchas no están selladas entre sí, sino que hay una junta de al menos un centímetro entre una y otra –por eso es una fachada ventilada, para que corran el aire y el agua–, hizo que las llamas, que debieron prender en el composite más próximo a la terraza de la vivienda de la puerta 86, se propagase en pocos minutos a lo largo y ancho de edificio componiendo una gigantesca cruz de fuego, alimentado por rachas de viento de hasta 60 km/h.
Las placas envueltas en llamas comenzaron a desprenderse y a caer sobre la calle, generando una mayor situación de peligro. Su descomposición al separarse las dos placas que formaban cada panel de composite fue liberando el polímero en llamas de su interior, que se convirtió en propagador del incendio al salpicar y prender las siguientes placas. Las salpicaduras negras son visibles aún no solo en los paneles que no han ardido, sino también en toda la fachada y en las aceras próximas.
A ello se une la propia arquitectura de la mole urbanística, que ocupa casi una manzana. Pese a tratarse de dos torres con 138 viviendas, solo hay una puerta de salida a la calle –sin contar la rampa para el acceso de los vehículos a las dos plantas de parking subterráneo– y una única puerta también para acceder al área de la piscina, ubicada en la parte trasera del complejo.
Con todas esas circunstancias, los bomberos optaron por pedir a los vecinos que se mantuvieran confinados, algo habitual porque, generalmente y en construcciones más tradicionales (con tabiques interiores de fábrica de ladrillo o paneles de hormigón), es lo más seguro. Pero no en una edificación con una carga comburente tan elevada como la que ardió en Campanar.
¿Suficiente presión de agua?
Los bomberos tuvieron serias dificultades para acometer la extinción, que habitualmente se hace desde el interior de la edificación en llamas. Los bomberos lo intentaron, pero la enorme carga combustiva de los materiales de construcción hicieron que el interior de la torre en llamas fuese un infierno, por lo que decidieron acometer la extinción desde el exterior. Algunos bomberos incluso tuvieron que saltar desde las terrazas del primer piso a la colchoneta para no acabar devorados por el fuego.
Segundo escollo. El pronunciado saliente arquitectónico de las plantas bajas, cuyo objetivo era dotar de terrazas a las viviendas de los primeros pisos, convirtió en una tarea casi imposible la irrigación desde el exterior con los vehículos normales, por lo que hubo que traer los dotados con escaleras de altura (principalmente para rescatar a la pareja atrapada en uno de los balcones de la segunda torre). Para entonces, la única solución era ya dejar arder de manera controlada el coloso e intentar refrigerar al máximo los contornos.
Otro punto que genera dudas y que deberá aclarar la investigación policial es si la presión del agua era la adecuada y si estaban en condiciones las bocas de riego, ya que en los primeros momentos hubo complicaciones para poder irrigar con éxito la fachada, alimentadas, además, por el fuerte viento y el propio calor que emanaba el edificio en llamas.