El repunte de la ruta atlántica de las migraciones se siente a más de 2.000 kilómetros al norte de Canarias. El objetivo final de la mayoría de las personas que llegan en embarcaciones precarias a las Islas no es quedarse en el Archipiélago. Al salir de sus países de origen muchos tienen la mirada puesta en la Europa continental y especialmente en Francia. Cuando llegan a los centros de acogida de la Península es habitual que soliciten ayuda para trasladarse hasta la ciudad vasca de Irún, desde donde pueden entrar en el país galo con apenas atravesar alguno de los puentes que cruzan el río Bidasoa. En lo que va de año, han llegado a esta localidad fronteriza cerca de un millar de jóvenes africanos que entraron en España de forma irregular después de sobrevivir a la ruta canaria. «A mitad de enero se empezó a notar un mayor flujo y hemos atendido a unos 450 chavales cada mes desde que comenzó el año. El día en el que más hemos recibido fueron 51», apunta Ion Aranguren, miembro de la Red de Acogida de Irún, una organización ciudadana que se dedica a orientar e informar a los migrantes recién llegados a la ciudad.