Hubo un tiempo en el que dentro de la oferta de ocio nocturna el piano bar tenía un especial protagonismo en las principales ciudades. El público llegaba a ellos atraído por el ambiente que creaban las melodías interpretadas por el sacudido de las teclas en directo, mientras compartían copas y conversaciones, y todo ello con un toque de elegancia.
La Aurora conservaba ese formato, con el añadido de un karaoke, hasta que sus dueños decidieron echar el cierre a finales de enero, después de 15 años. El local era un referente para personas amantes de géneros como el bolero y otras músicas ligeras, aunque también ofrecían a la clientela una amplia lista de canciones para desgañitarse en el karaoke y en ocasiones música para echarse unos bailes.
Alejandro Negrín ha sido durante todo este tiempo la cara visible de este negocio familiar. La persona que la clientela identificaba a su llegada, una vez que bajaba las escaleras de la entraba al local de la calle Bernardo de la Torre de Las Palmas de Gran Canaria. Ahora ya no tienen a dónde ir a disfrutar de los boleros que cantaban al amor y también al desamor a partes iguales, o a emular a sus ídolos de la canción.
Alejandro Negrín solo tiene para su clientela palabras de agradecimiento «por todos estos años de fidelidad y cariño»
«En esta decisión han influido muchos factores, como el cambio de hábitos de consumo, la carestía de la vida y también el cansancio personal», explica el ingeniero industrial de profesión y también presidente de la Asociación de Empresarios de Canarias de Ocio Nocturno, que anuncia que pronto dejará el cargo.
A todo ello se le suma el target de personas que frecuentaban el local, «una clientela de entre los 40 hasta a los 80 años de edad, y el que también se mezclaba un poco con grupos de visitantes esporádicos y de gente joven que se adaptaba a nuestra forma de trabajo. Había una mezcla de todo y siempre de gente que se venía a divertir de forma sana».
Mezcla variopinta
Negrín recuerda que La Aurora abrió en sus inicios como piano bar, no como karaoke, «y lo que hicimos fue hacer una mezcla, digamos, un poco variopinta. Lo de piano bar tiene su encanto porque claro, hay mucha gente que le gusta que la acompañe en directo un pianista, como es mi caso, y es una cosa más íntima, donde la gente va a escuchar, a bailar. Había personas que no iban ni a cantar. Sencillamente iban por escuchar la música y pasar el rato. Es una oferta de ocio y disfrute distinta, diferente, pero lamentablemente venida a menos». El gerente confiesa que el local «era ya un reducto. El único de este tipo que quedaba en la ciudad, porque los otros han ido desapareciendo, y es una pena». Para su clientela solo tiene palabras de agradecimiento, «por todos estos años de fidelidad, tanto cariño y sobre todo por haber confiado en nuestro buen hacer y haber hecho posible que estuviéramos ahí durante tanto tiempo».
También recuerda cómo era la oferta de ocio nocturna de la capital hace algunos años.«Nada que ver con lo que tenemos actualmente. Antes, prácticamente en casi todas las calles de esta capital, que tiene la zona comercial abierta más grande de toda Canarias entre El Puerto, Las Canteras y Guanarteme, encontrabas locales de toda índole, sobre todo de actividades musicales». Como dato, aporta que solo en la calle Secretario Artiles llegaron a confluir hasta diez locales con diferentes ofertas musicales.
«Por ley, actualmente, eso no está permitido, a la excepción de las licencias dadas antes del año 88, pero sí conocimos épocas mucho mejores, y ahora mismo estamos viviendo una época de cambio muy dura», subraya.