Sentí no poder estar en mi tierra para asistir a la celebración de la mesa redonda «La transformación cultural de Gijón. Una ciudad de museos», que esta casa, con gran visión, organizó en el Club de Regatas. Aunque igual me columpio por no haber estado, lo que me llega es una retórica centrada en los equipamientos y las estructuras culturales, las exposiciones y los objetos, de cuya sinergia se espera un futuro prometedor para la ciudad y para el Principado. Esta vez escribo unas líneas con poco glamour discursivo y utilizaré este espacio para contribuir al debate. En ese sentido, este artículo será más bien un ejercicio comparado para enfatizar la importancia de los trabajadores y del capital humano en el campo de la cultura. Cuando leo que se habla de nombrar a «un» director (solo uno) para el nuevo espacio, temo que se perpetúe un modelo fallido de gestión cultural, aunque sé también que la idea de un «equipo» se mencionó en algún momento.
Podemos echar mano de ejemplos de praxis cultural en dos regiones de Reino Unido de pasado industrial y minero. Se me ocurre el Baltic en la conurbación de Newcastle y Gateshead, similar en tamaño al área metropolitana central de Asturias. Baltic es un centro de arte contemporáneo fundado en 2001 y sin colección propia. Se centra en la producción de exposiciones temporales, programas públicos, residencias de artistas y el fortalecimiento de relaciones con organizaciones locales. Incapaz de gestionar un programa expositivo como a los que nos habíamos acostumbrado antes de la crisis de 2008, Baltic ha decidido apostar por el sector cultural de la región y emplea a una treintena de trabajadores, sin incluir vigilantes de sala y personal de servicios, que han convertido el espacio en el corazón cultural de Tyne and Wear y en referente europeo. Hablo de curadores, responsables de talleres y educación, trabajadores cualificados en la gestión de la cultura.
Pensemos en un museo más parecido al Bellas Artes, visión para el Revillagigedo que Alfonso Palacio sostuvo durante la mesa redonda. En un lugar recóndito del condado de Durham (donde se rodó Billy Elliot, por situar al lector), se encuentra Bowes Museum, que alberga una fantástica e insólita colección de pintura española reunida con gran tino por John Bowes y su esposa Josephine Coffin-Chevalier a mediados del siglo XIX, quizás la mejor de Reino Unido después de Londres y Edimburgo. Sabiéndose a punto de perecer en el olvido y muy alejado de la ciudadanía, Bowes Museum nombró una nueva dirección en 2022, formada por una directora general, Hannah Fox, a la que se sumaron otras tres direcciones departamentales: operaciones comerciales, comunicación y desarrollo, y colecciones y programas. Dos años más tarde, el equipo está formado por más de veinticinco trabajadores, entre los que no cuento a los empleados de tienda y cafetería.
Se dirá que, en Asturias y Gijón, no hay dinero para esto. Busquémoslo. Generémoslo. Hagamos una tarjeta de acceso gratuito para el ciudadano y cobremos entrada al turista. Añadamos servicios de ocio a nuestros equipamientos sin taparnos la nariz. Son muchas las fuentes de ingresos, amplios los saberes a los que podemos recurrir para diversificar la inversión. La ilusionante hoja de ruta del gobierno de Carmen Moriyón resultará un fracaso si Ayuntamiento, Principado e iniciativa privada no comprenden que los proyectos culturales de éxito lo son porque han apostado por el trabajador cultural y que la formación de equipos competentes debe situarse en el centro del proyecto. Que una Tabacalera con veinte trabajadores sea la «vía gijonesa».