Don Herminio de la Nuez Suarez (Ariñez, 1942), es un referente en el municipio de San Mateo. Su amor por la enseñanza le ha llevado a lo más alto, haciéndole conseguir el sueño que tenía de niño: ser profesor y enseñar a los demás. Su legado en el centro educativo en el que desarrolló su vida como maestro y director ha hecho que desde el ayuntamiento tengan previsto colocar una placa conmemorativa con su nombre en la plazoleta a las puertas del colegio Profesor Rafael Gómez Santos de San Mateo.
«Creo que he hecho lo que he podido y he sabido, siempre con el buen deseo de ayudar y colaborar en la educación y la formación de las personas», dice Don Herminio. No hace falta que diga mucho más para notar la sabiduría que lleva consigo, y la sensatez que pone en cada palabra que dice. Sus 44 años dedicados a la educación y la enseñanza le han enseñado muchas cosas sobre la vida, pero sobre todo le han hecho entender dos cosas fundamentales para llegar lejos. La primera de ellas, la humildad, y la segunda, poner pasión en todo lo que hace.
Procedente de una familia humilde, tal y como la describe el mismo, fue educado en una escuela ubicada en el barrio de La Lechuza, en San Mateo. Durante las clases, uno de los profesores de la época se fijó en Herminio y en la pasión que le ponía a la enseñanza y a aprender, por lo que no dudó en buscarle un lugar para que empezara sus estudios en magisterio. «Me ayudó porque yo no tenía medios para ir a la universidad, por lo que este profesor habló con un colegio privado, el Apóstol de San Mateo, para que empezara a formarme como profesor», asegura.
Los primeros pasos
Herminio, sin embargo, no desaprovechaba el tiempo. A la vez que estudiaba en ese colegio, daba clase a los niños de cuarto y quinto de primaria, como si fueran una especie de prácticas. «Los dos primeros cursos de magisterio los hice libres, que consistía en que estudiábamos en el municipio y luego íbamos a examinarnos a Las Palmas. El último año sí que lo hice en la capital», recuerda. Después, llegó la segunda de las formaciones que tenía que superar para ser oficialmente profesor: las oposiciones. «Las saqué a la primera, como el carnet de conducir», dice entre risas. Con el tiempo, educación sacó un programa de alfabetización para dar clases a adultos, en la que a Herminio le tocó doctorar.
No fueron tiempos fáciles, porque en aquella época este emblemático profesor dedicó su vida a la enseñanza al cien por cien. «Por las noches, de 18.00 a 22.00 horas daba clases a los adultos para el doctorado, y al día siguiente me levantaba pronto para dar clases en el colegio Apóstol de San Mateo de matemáticas y ciencias naturales», explica Herminio. Así estuvo seis meses, hasta que pudo empezar a dar clases en Tenteniguada, que las alternaba con una colaboración que hacía en Radio Ecca, repartiendo e imprimiendo los folletos.
Si volviera a nacer volvería a elegir la educación, porque enseñar es vida, ha sido mi vida
Con el tiempo, Herminio entendió a la perfección que en la vida todo pasa y todo llega, y es que después de tanto esfuerzo y sacrificio, consiguió una plaza fija en la escuela de La Lechuza. Aquella en la que empezó a desarrollar su pasión por la enseñanza. «Tenía la ilusión de estudiar magisterio desde que estudiaba ahí, por lo que para mí fue una ilusión tremenda», comenta. Una época en la que las cosas le fueron muy bien, pero que con el paso del tiempo y el desarrollo de la educación fue cambiando todo. «Se empezó a fusional la EGB para dar clases por especialidades, y yo me decanté por las matemáticas».
Volvió la época del sacrificio por conseguir aquello con lo que siempre había soñado, por lo que mientras se especializaba en matemáticas, estuvo un tiempo desplazándose hasta Las Palmas, hasta que pudo volver a dar clase en su pueblo, donde además se encargaba del transporte escolar. «En el año 1977 ascendí y me quedé de director y de maestro de matemáticas en el colegio Profesor Rafael Gómez Santos, y así estuve hasta el año 2000», rememora. Pasaron los años y su conocimiento pasó del colegio al instituto, donde dio clase a los alumnos del primer ciclo hasta que en el año 2007 llegó el momento de su jubilación.
«Recuerdo el día de mi jubilación como un momento muy bonito. Fui acogido por profesores, alumnos y padres, y tuve la suerte de encontrar una sociedad cargada de valores», dice don Herminio sobre aquel momento, del que ya han pasado casi 17 años. Cuestionado por la juventud de hoy en día, de la Nuez asegura que si hubiera sigo profesor ahora, no habría sido lo mismo. Aun así, no mete a todos los adolescentes en el mismo saco. «Ahora también hay chicos muy buenos y personas conscientes, y si volviera a nacer, volvería a ser profesor».
Sueños cumplidos
Ha sido una etapa de ensueño para el Herminio de niño que se imaginó siendo adulto y ofreciendo a las nuevas generaciones su sabiduría, y él lo sabe a la perfección. «Agradezco a todos, a mis alumnos, profesores, personal del centro… todos han sido maravillosos, éramos una familia que añoramos mucho». La experiencia más bonita que se lleva, sin dudarlo, es la de haber tratado con los niños. «Estar con ellos, verles aprender y avanzar en sus aprendizajes, o compartir con ellos fiestas como el carnaval», narra Herminio.
Una vida dedicada a la enseñanza y a su municipio, San Mateo, el que no cambia por nada. «Vivir aquí es vida, salimos a la calle y nos damos los buenos días, y eso en Las Palmas no pasa», asegura. Un legado que ha dejado en los colegios en los que ha dejado huella, pero sobre todo en el colegio Profesor Rafael Gómez Santos, donde el grupo de gobierno propuso designar al espacio de entrada al centro educativo como Plazoleta Maestro D. Herminio de la Nuez Suárez en su honor. «Cuando vino la corporación a comunicarme la noticia me emocioné, porque yo siempre he hecho las cosas con el corazón, y he visto que a veces tenemos recompensa».
44 años
A la hora de quedarse con alguna anécdota, no puede elegir. «Han sido tantas y tantas, que quedarme con alguna sería feo, porque he vivido cosas maravillosas con varios alumnos, profesores y personal, desde los de limpieza hasta los del comedor, todos han aportado su granito de arena en esta aventura». Un viaje lleno de altibajos, pero con más alegrías que decepciones. Porque cuando uno finaliza satisfecho con lo logrado, no hay duda de que son más las cosas buenas que las malas.
Herminio puede decir, con la boca llena, que ha dedicado 44 años de su vida a la educación y que ha cumplido «casi todos los sueños» que tenía. «Digo casi todos porque mi mayor sueño era dedicarme a la educación, y con haber cumplido eso ya estaré agradecido a la vida por siempre», dice emocionado. Una vida en la que San Mateo ha estado muy presente y en la que se volviera a nacer, volvería a elegir el mismo camino. Porque para Herminio no hay duda: «la educación es vida, ha sido mi vida», finaliza.