El 24 de febrero cierra por jubilación la tienda de nuestro barrio. “Alimentación Chico” pone en la puerta, pero ni siquiera me había fijado en el rótulo, toda una vida entrando cómo si fuera nuestra despensa, resistente ante la fuerza de los supermercados, a la avalancha de verdulerías que se instalan en cada esquina, a las cajas registradoras, a los ordenadores, no tuvo más remedio que ceder ante el dinero de plástico con la pandemia.