No son casos aislados ni situaciones excepcionales. Las irregularidades detectadas por Inspecció de Treball en la mitad de las subcontratas del Camp Nou, así como las que denuncian trabajadores de las obras de La Sagrera o la línea L9 del metro de Barcelona, forman parte del día a día de parte de las empresas del sector de la construcción. Aquellas bautizadas dentro del gremio como ‘piratas’ por los sindicatos y que se dedican a proveer de mano de obra a las grandes constructoras. “Nos dedicamos a vender carne para que las obras se hagan”, así lo define a este diario una fuente bien conocedora de los entresijos del sector.
El principal activo de estas compañías son sus cuadrillas de trabajadores y quien más ofrezca y a menor precio, mejor compite. En un sector donde la mano de obra escasea, especialmente tras pincharse la burbuja inmobiliaria hace 15 años, el poder de negociación de estas subcontratas está al alza. La peonada la forman eminentemente migrantes, sin muchas más salidas laborales y que a través de sus respectivas comunidades se pasan las ofertas de empleo.
La carestía de manos dispuestas a trabajar nueve o diez horas al día por 900 o 1.000 euros netos a final de mes obliga en ocasiones a las grandes subcontratas a ir a buscar nuevos trabajadores directamente a los países de orígen. “Los inmigrantes quedan muy ligados a los empresarios que les han dado trabajo en Europa. Sienten que están en deuda con ellos. Por eso casi nadie denuncia”.
Precios fijados por hora
El contrato entre peón y empresa no se rige por las reglas de otros sectores. No se habla de salarios anuales, pluses o permisos. “Aquí se cierra un precio por hora neto y luego las gestorías ya se arreglarán con los papeles”, confirma un antiguo jefe de obra. El precio oscila, pero es habitual que vaya entre los 6 y los 8 euros por hora. “Para nosotros todas las horas valen lo mismo, sean extras o no”, explican varios trabajadores consultados. Unas prácticas que contradicen el convenio colectivo del sector, que veta explícitamente pactar los pagos por hora trabajada.
Desde los sindicatos citan varias fórmulas atípicas o directamente ilegales para remunerar a los obreros. “Hay empresas donde nunca cuadra lo que pone la nómina con lo que ingresan los trabajadores”, explican fuentes del sector. Algunos porque cobran de menos y otros porque cobran lo pactado, pero se reparte entre una transferencia bancaria y sobre con dinero que ni cotiza ni tributa.
Anticipos obligatorios y pagos en metálico
Un relato que los obreros corroboran. “Si quieres cobrar tu nómina en el banco te obligan a pedir un anticipo de 600 euros”, explica Mohamed. El 25 de cada mes le pagan 600 euros, y el 10 del mes siguiente le ingresan el resto. El relato de estos empleados lo corroboran sus nóminas, donde es prácticamente omnipresente un descuento de 200, 300 o 600 euros cada mes, vía “anticipo” o “préstamo”. “Es que nos obligan a hacerlo así”, añade Farid. Otros se sorprenden al ver en sus nóminas anticipos que jamás han visto en sus cuentas. “¡Son unos ladrones, yo este dinero no lo he visto nunca!”, exclama Ibrahim, empleado que en los últimos meses ha trabajado en reformas de obras licitadas por el Ayuntamiento de Barcelona y en el circuito de Montmeló, que depende de la Generalitat.
“Si no aceptan los anticipos les ofrecen un cheque, pero nunca saben cuándo lo cobrarán”, explica ese ex jefe de obra. “Por eso siempre aceptan los anticipos”, añade. “A nosotros nos pagan con el dinero en la mano, en sobres con billetes o con cheque, te dicen que así o nada”, replica Mamadou, otro obrero. “Una parte de lo que te pagan no sale en la nómina”, se queja Juan.
Estas prácticas se van repitiendo en gran cantidad de obras en Catalunya. Desde pequeñas reparaciones de una calle para un ayuntamiento pequeño, hasta grandes construcciones donde hay varias administraciones implicadas. La Inspección les va siguiendo el rastro y es habitual que algunos empresarios utilicen una sociedad mercantil durante un tiempo y luego se pasen a otro CIF, manteniendo la misma estructura de personal.
El poder negociador frente las constructoras
El jefe de obra es una figura clave dentro de este sistema de trabajo, ya que se encarga de mover las cuadrillas de una obra a otra, reclutar nuevos miembros y negociar con las constructoras. Es habitual que entre jefes de obra se conozcan unos a otros, así como con los jefes de cuadrilla, ya que el movimiento de trabajadores entre compañías es constante. Un ex jefe de obra muestra los centenares de contactos que guarda en el móvil. Todos figuran con el ‘nombre’ y la última empresa para la que trabajaban.
“Nos llamamos unos a los otros constantemente: todos nos dedicamos a lo mismo, a vender carne para que las obras se hagan”. Su poder negociador es grande, en un sector donde los costes del material han aumentado pero las licitaciones de la construcción llevan años sin apenas actualizarse.
Ese argot de “vendemos carne” no es exclusivo del sector de la construcción. Entre las empresas de consultoría más pequeñas, por ejemplo, también es habitual. Conocidas como “cárnicas”, venden horas de trabajo de consultores mal pagados a consultoras más grandes para hacer parte de los proyectos encargados por grandes empresas.
“Nosotros marcamos el precio a las constructoras, muy por encima de lo que deberían pagarnos. Si nos dicen que no, nos retiramos. Pero los alcaldes no quieren demoras… las constructoras siempre terminan volviendo, y entonces aún apretamos más con los costes. Si no es por estas empresas que tienen tanta mano de obra las obras no se harían”, sentencia dicha fuente.