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Con los retratos nunca aciertas porque nadie se gusta a sí mismo

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Hace unos cincuenta años, Jordi Socías (Barcelona, 1945) descubrió que su verdadera vocación no pasaba tanto por controlar el tiempo, sino por capturarlo, y con esa convicción abandonó su oficio como relojero en Barcelona para mudarse a Madrid y vivir su sueño de ser fotógrafo. Desde entonces, todos los protagonistas y acontecimientos que han marcado las últimas cinco décadas de la historia reciente han pasado por su objetivo, quedando retratados e inmortalizados por la curiosa y original mirada del artista catalán.

Calificado por él mismo como «un paseo por el territorio de observación de Jordi Socías», y en honor a su admirada nouvelle vague, el fotógrafo barcelonés presenta Al final de la escapada, la mayor retrospectiva de su obra jamás expuesta, que se podrá visitar hasta el 21 de abril en la Sala Canal de Isabel II de Madrid. Y de la mano del propio Socías, El Independiente ha tenido la oportunidad de recorrer junto al artista este recorrido a través de su trayectoria.

Barrio de Bellvitge. Barcelona, 1975 (c) Jordi Socías

Jordi Socías, el gran observador

«Yo a lo que me dedico es a la observación y esto es un paseo por el territorio de la observación particular de una persona que va mirando la vida», explica un Jordi Socías orgulloso de cómo ha quedado expuesto su trabajo al inicio del recorrido. Una retrospectiva que se articula en torno a los dos grandes del temas en la obra del catalán: el retrato y las escenas callejeras.

«Tú te pones a observar desde una esquina y ves cómo empiezan a ocurrir las cosas, eso es lo que yo llamo la calle con puesta en escena. Y luego está el retrato, que para mí se trata de un encuentro muy personal». En esta segunda faceta y quizás la más conocida, el fotógrafo reconoce ser muy mitómano, algo que se entiende a la perfección cuando empieza a hablar sobre los retratos que abren la exposición: «Almodóvar es de los artistas más importantes que tenemos aquí. Es un hombre que ha dado mucho por la cultura, con todas las controversias que haya tenido, yo he estado en su casa, sé de dónde viene y tiene mucho talento. Por otro lado, está Paloma Picasso, la hija de Picasso, con toda la historia que lleva tras de sí».

Jordi Socías en la exposición ‘Al final de la escapada’.

Entre medias, una colección con revistas en las que ha participado como editor y fotógrafo como El Europeo, Cinemanía o El País Semanal. En sus portadas se pueden ver los retratos de grandes personalidades de la cultura tan dispares como el cineasta Bernardo Bertolucci, el escritor Umberto Eco, la actriz Victoria Abril o el cantante Manu Chao. Mientras tanto, un hilo musical, cortesía de Miles Davis, adereza la visita con las envolvente notas de un plácido y agradable jazz.

La visita continúa en la primera planta de esta circular sala de exposiciones con algunas de las primeras fotografías del catalán, entre las que se encuentra el origen de su vocación, una instantánea tomada en el barrio de Bellvitge de Barcelona en 1975 y que marca el inicio de su carrera. «A partir de esa fotografía empecé a pensar que podría ser fotógrafo, porque se trata de una construcción, un espacio en el que introduzco los elementos para conseguir algo bello y contar una historia».

Jordi Socías durante la entrevista con El Independiente, mientras recorre la exposición ‘Al final de la escapada’. Israel Cánovas

Muy cerca, casi al lado, están las imágenes que sacó tras la matanza de los abogados de Atocha en el 77. Un recuerdo que le hace incidir en la figura del fotógrafo, como él mismo dice, de «notario de la realidad».

En la segunda planta se establece un encuentro íntimo con los grandes retratos de su carrera. Los rostros de Jorge Luis Borges, Francis Ford Coppola, Penélope Cruz, Marina Abramović o Woody Allen, te interpelan con sus miradas, mostrando en sus ojos la profundidad de algunas de las personalidades más brillantes de nuestro tiempo. Y si hablamos de retratos con Jordi Socías, no podemos olvidarnos de aquel que lo catapultó como uno de los fotógrafos de referencia ya en 1979 tras fotografiar a Salvador Dalí para Cambio 16.

Salvador Dalí, pintor. Portlligat, 1979 (c) Jordi Socías

Por más conocidos que puedan ser, nadie se gusta a sí mismo

«Estuve cuatro o cinco días ahí en su casa y él me dijo cuándo podía retratarle, tenía que ser con una luz del sol muy concreta y la influencia del viento de la tramontana. Dalí ya era un gran personaje que había sido retratado por muchísima gente y muy buena. El reto para mí era hacer un retrato que se mantuviera en el tiempo, y ya lo tenía pensado, quería que fuera a un palmo de su cara, captando el ojo y el bigote».

Confiesa Socías que nunca muestra su trabajo a los retratados, porque eso implicaría contar con su opinión y es algo de lo que ha preferido prescindir siempre. «Nunca aciertas porque nadie se gusta, por más conocidos que puedan ser, nadie se gusta a sí mismo. Es algo que he podido comprobar por mí mismo, no me apetece nada ver un retrato mío y a los demás tampoco». Sin embargo, sí se puede ver un famoso autoretrato en la exposición, se trata de una fotografía de corte surrealista, en la que aparece el propio Socías abrazado por un oso en un sofá.

El fotoperiodismo como puerta de acceso a la cultura

La puerta de acceso al mundo de la cultura y a este tipo de personajes, tanto para Jordi Socías, como para tantos otros fotógrafos de su generación, fue a través del periodismo. Para ello fue miembro fundador de la Agencia Cover, inspirada en la mítica Magnum, precisamente para dar a conocer a algunos compañeros que estaban en paro.

El fotoperiodismo también le sirvió para aprender, aunque insiste en recordar que siempre hay un salto entre el arte y periodismo que es precisamente lo que hace que las obras perduren.

Un ejemplo de esta forma de entender su obra aparece cuando se le pregunta por la ausencia de políticos entre sus retratos, personas de gran atención mediática, pero cuyo interés no deja de ser pasajero.

Un aficionado a la cultura

Precisamente esa fijación por todo aquello que perdura es la que le hace afirmar que la cultura es «el poso de la vida más interesante». «La cultura es la que aporta la riqueza al contenido». Por eso se muestra un poco desanimado al recordar que no hay tanta gente interesada en ella. Por un momento amaga con echar la culpa al desinterés de los jóvenes, pero luego rectifica afirmando que no es solo su problema, «los mayores también son un coñazo», apuntilla.

«Digamos que yo soy un aficionado a la cultura, que otra cosa es ser culto. Yo me considero un aficionado porque el ser culto, que conozco a muchos, es otra cosa aún más potente. Pero en este terreno he tenido la ocasión de fotografiar mucha gente culta y de participar de la cultura», reconoce con orgullosa humildad.

Llegados al final del recorrido, el fotógrafo barcelonés reflexiona sobre su labor actual como editor y organizador de su obra en exposiciones como esta, en la que Al final de la escapada es la mayor de todas. «Ahora me dedico a hacer esto, que también es un trabajo», explica delante de uno de sus últimos retratos al artista chino Ai Weiwei en 2021.

Y es que después de 50 años de trayectoria, asomarse a una obra como la de Jordi Socías, puede servir como un extraordinario registro histórico de lo que hemos sido. Pero, sobre todo, nos recuerda que, en la época de la democratización de las cámaras de fotos, mucho más importante que la imagen continúa siendo la mirada que sobre ella se posa.

Autorretrato con Feroz. 1984 (c) Jordi Socías

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