Todas las elecciones territoriales que median entre las sucesivas elecciones generales representan, en los países compuestos como España o Alemania, un anclaje con la realidad volátil que manejan los diversos actores. Y aunque, evidentemente, los electores votan en relación con lo que se les pregunta, sería absurdo negar que cada consulta es piedra de toque de una realidad más general, y ha de ser por tanto leída en clave estatal. En el caso de Galicia, los resultados del domingo indican, entre otras cosas, que Feijóo ha revalidado claramente su liderazgo al frente del PP, que la amnistía –jaleada por unos y por otros en la campaña- no les importa demasiado a los gallegos, que la fractura de la izquierda en al menos tres organizaciones estatales (además de los partidos nacionalistas de ese signo) es letal para el progresismo, que el PSOE a la baja está en una posición difícil que podría llegar a ser insostenible si no es capaz de ordenar su gobernanza, que Sumar no ha cuajado y que apenas alcanza la enjuta envergadura que ya mostraba IU antes del estallido populista de Podemos, que Vox no es invencible y que puede ser reducido de nuevo a la condición extraparlamentaria si la derecha se moviliza en esta dirección…