La invasión rusa de Ucrania no solo forzó a Europa a diversificar sus fuentes de suministro, sino que puso en marcha una carrera por incrementar la soberanía energética del continente. El pánico al desabastecimiento de gas y el aumento desorbitado de sus precios, a medida que el Kremlin convertía el suministro en un arma de guerra y recortaba significativamente las exportaciones por tubería al continente, aceleraron la búsqueda de soluciones creativas. Y una de ellas fue la construcción de nuevas plantas regasificadoras, instalaciones industriales que devuelven al gas transportado por barco en estado líquido su naturaleza gaseosa. Nada que objetar, si no fuera porque la capacidad que se está construyendo supera con creces la demanda de gas prevista en Europa para los próximos años. Una demanda que ha caído un 20% en desde 2021, según datos del Institute for Energy Economics and Financial Analysis (IEEFA).
El laboratorio de ideas energético asegura en su último informe que el consumo de gas en Europa cayó en 2023 hasta su cifra más baja de los últimos diez años. Es una buena noticia para el clima, motivada por la creciente implantación de las renovables, las medidas de eficiencia adoptadas en la Unión Europea y un clima anormalmente benigno. Y no parece que la tendencia vaya a cambiar. Según el análisis del IEEFA, la demanda de gas en el continente tocará techo en 2025 para reducirse de forma inexorable a partir de entonces. Una realidad que choca con la explosión de las plantas regasificadoras. En estos dos últimos años han entrado en funcionamiento ocho nuevas terminales, mientras que otras cuatro expandieron su capacidad. Y está previsto que otras 13 sigan su estela antes de 2030.
“Esto significa que la capacidad combinada de las terminales europeas de gas natural licuado (GNL) podría ser tres veces mayor que la demanda prevista a finales de esta década”, asegura la analista jefe para Europa del IEEFA, Ana María Jaller-Makarewic. Este año pasado, sin ir más lejos, las regasificadoras de la UE operaron a una media del 58% de su capacidad. Ocho de las 37 lo hicieron por debajo del 50%. Y la perspectiva es que aumente su infrautilización a medida que avance la década. El IEEFA prevé que la demanda de GNL no superará los 135 billones de metros cúbicos (bcm) en 2030, lo que dejaría una capacidad inutilizada de 265 bcm.
Infrautilización de las regasificadoras españolas
En este sentido, España un ejemplo de lo que no se debe hacer, según recalcan a menudo los expertos. Con sus siete plantas de regasificación, es el país con más capacidad de todo el continente. Pero también donde más infrautilizadas están. En 2023, solo se utilizó el 35% de su capacidad, según el IEEFA, que bebe de datos de instituciones públicas y privadas. “La desproporcionada infraestructura de GNL de España podría convertirse pronto en una desventaja estratégica, teniendo en cuenta que el pico de demanda podría llegar tan pronto como 2025”, asegura Jaller-Makarewic.
Para el contribuyente europeo no son buenas noticias porque el coste de construcción de las regasificadoras puede superar los 1.000 millones de euros, como ha pasado con alguna de las nuevas en Alemania. “Al ser un negocio regulado, buena parte de los costes, así como de su mantenimiento, se traslada en la factura a los consumidores”, asegura a este diario Jaller-Makarewic.
Mayor importador europeo de GNL ruso
España es también el país que más gas licuado importó de Rusia en 2023, seguido por Francia y Bélgica. Entre los tres acapararon el 80% de las importaciones de GNL ruso a la UE, una de las principales fuentes de ingresos para el Kremlin, que se nutre de los impuestos a la explotación y exportación de hidrocarburos. Naturgy es la empresa que más gas ruso importa a España, unas importaciones que el año pasado ascendieron a 2.300 millones de euros, según datos del IEEFA.