El dolor, la fiebre o los problemas para defecar son algunos de los síntomas que provoca tener una fístula en la zona anal. Se trata de un conducto que se forma entre el ano y la parte superior de la piel, provocado generalmente por una infección.
Como consecuencia de la fístula se produce en la parte de la piel lo que se conoce como absceso, que no es otra cosa que la zona de la infección más visible, que supura y/o sangra, y produce fiebre al paciente.
Puede parecer una cuestión menor, pero lo cierto es que causa muchas molestias a aquel que lo sufre, que ve como el dolor se intensifica en la zona, impidiendo incluso el poder sentarse o defecar correctamente.
¿Qué es lo que causa las fístulas anales?
Según explican los especialistas de la Asociación Española de Coloproctología (AECP) detrás de esta dolorosa afección puede haber diversas causas, pero la más frecuente es “la obstrucción e infección en una de las glándulas que se encuentran en el canal anal”. Cuando una de estas glándulas se obstruye, las bacterias se instalan en ellas y dan lugar a esa infección que, en forma de pus, sale por el absceso.
Además de este tipo de obstrucciones, los abscesos también pueden surgir por otras causas como:
- Sufrir una infección en la piel (forúnculos).
- A causa de un traumatismo.
- Por alguna enfermedad de transmisión sexual.
- La aparición de un tumor.
¿Cuáles son los síntomas de un absceso anal?
Los síntomas de una fístula no pasan inadvertidos al que la padece, porque son varios y bastante molestos en general:
- Localizar un agujero en la piel alrededor del ano.
- Tener una inflamación o rojez.
- Expulsar pus, sangre, e incluso heces.
- Dolor en la zona, más cuando tomamos asiento o al defecar.
- Fiebre.
¿Cuál es el tratamiento del absceso anal?
Cuando acude a consulta un paciente con un absceso anal, el objetivo del especialista va a ser drenar la zona afectada mediante una pequeña cirugía consistente en “abrir la piel cerca del ano y permitir la salida del pus acumulado dentro de la cavidad”, explican los proctólogos.
Este procedimiento se suele hacer administrando al paciente anestesia local. Y aunque muchas veces se trata de intervención ambulante, los proctólogos recomiendan realizar un drenaje más amplio, dentro del quirófano, bajo anestesia regional o general.
En otros casos, para eliminar la infección del absceso va a ser necesario la colocación de catéteres, drenajes o hacer más incisiones alrededor del ano. Todo va a depender de dónde se sitúe el absceso, su extensión y su profundidad.
¿Y la fístula anal? ¿Se puede cerrar?
Toda vez que el cirujano ha conseguido terminar con el absceso, puede ocurrir que lo que haya debajo sea una fístula anal. Y el tratamiento de estos túneles o tubos que conectan con el interior del ano o el recto puede ser más complejo si, por ejemplo, atraviesan “de forma considerable el esfínter anal, responsable de la continencia fecal (de las heces y los gases), como sucede en un porcentaje importante de los pacientes”, señalan desde la AECP.
Así, la forma de intervenir la fístula va a depender dónde está localizada la fístula, si el paciente es hombre o mujer, si se ha sufrido cirugías en la zona, si se ha parido o se le han realizado episiotomía, etc.
En definitiva, lo que se busca con la cirugía es “corregir la fístula de la forma más efectiva posible, pero sin poner en riesgo la continencia anal”, señalan los especialistas en coloproctología. Teniendo en cuenta todo lo dicho, serán ellos los que decidan si realizar “una fistulotomía (sección de la fístula), cubrir el orificio fistuloso interno con pared rectal), fistulotomía y esfinteroplastia (reparación del esfínter anal durante la misma intervención), o incluso métodos en estudio como el empleo de plasma rico en plaquetas o células madre, entre otros”.
A pesar de que existen muchas opciones para intervenir a este tipo de pacientes, lo cierto es que en muchas ocasiones requieren más de una intervención para terminar definitivamente con los problemas que provoca la fístula anal.