Pasa siempre. Resulta incontenible. No se puede luchar contra la evolución tecnológica, es imposible. Ganar es muy complicado. Ser el primero en una disputa de nueve meses, todavía más. Por eso todos los que se juegan el prestigio, sus contratos en los banquillos o en los despachos, quieren algo a lo que asirse, algo concreto, irrefutable. De ahí que los campos de entrenamiento y las salas de trabajo de los técnicos se parezcan cada vez más a un laboratorio lleno de pantallas, cables, lectores de todo tipo, portátiles, discos duros e impresoras. La búsqueda de los datos que refrenden la idea de juego del entrenador son el nuevo maná.