Pasa siempre. Resulta incontenible. No se puede luchar contra la evolución tecnológica, es imposible. Ganar es muy complicado. Ser el primero en una disputa de nueve meses, todavía más. Por eso todos los que se juegan el prestigio, sus contratos en los banquillos o en los despachos, quieren algo a lo que asirse, algo concreto, irrefutable. De ahí que los campos de entrenamiento y las salas de trabajo de los técnicos se parezcan cada vez más a un laboratorio lleno de pantallas, cables, lectores de todo tipo, portátiles, discos duros e impresoras. La búsqueda de los datos que refrenden la idea de juego del entrenador son el nuevo maná.
Más allá de la numerología…
Está la realidad en la que todavía se juega al fútbol
A la mayoría de los que hoy gestionan vestuarios les gustaría poder controlar lo que ocurre en un terreno de juego con la misma firmeza y autoridad que en una videoconsola. Pero no hay manera. Fuera de las tripas cibernéticas concurren demasiados factores que no dependen de uno, que afectan de forma diferente a unas personalidades y a otras pese a recibir el mismo impulso. Por eso fascina el balompié, porque todavía, por más que se empeñen hasta quienes lo gobiernan, hay espacio suficiente para la entropía, para el bendito desorden.
Rubén Torrecilla no es ajeno a esta tendencia. Si lo fuera, le tildarían de antiguo, de desfasado, de poco fiable, y no tendría trabajo seguramente. El entrenador del Hércules maneja unas estadísticas muy bien detalladas que respaldan su idea de que el suyo es el mejor equipo del grupo 3 de Segunda RFEF. Lo repite a menudo en la sala de prensa. En sus ecuaciones, es el que más ataca, el que más dispara, el que más veces pisa el área. Y no se le puede negar porque los datos son los que son. Pero los números no pueden justificarlo todo. Por suerte, el factor humano sigue siendo determinante.
75% DE LOS PUNTOS
Tiene que sumar el Hércules hasta el final para ganar la Liga
► Los blanquiazules, hasta ahora, han sumado el 60% de los puntos en juego. Aún restan 33 por disputarse, pero con su actual proyección, un derrota cada tres jornadas, será insuficiente para ser campeón.
Los sistemas de juego son reinterpretables, flexibles, intercambiables. Sobre el papel funcionan todos. Lo malo es cuando se trasladan al césped. Ahí ya cuesta más que cojan vuelo porque hay que poner de acuerdo a once tipos, cada uno con sus fundamentos particulares, sus puntos fuertes y sus debilidades, que enfrente tienen a otros once en las mismas circunstancias. En ese punto, además de la matemática, toca conjugar los factores ambientales y emocionales, esos que agrupados se conocen como intangibles, que al final son los que más repercusión logran porque marcan la diferencia entre los deportistas de alto rendimiento.
Regularidad
Los picos y las fluctuaciones continuas acaban siempre mal
Para cumplir con éxito una misión que dura lo mismo que la gestación de un ser humano hace falta mantener una trayectoria lineal, preferentemente ascendente, con pocas caídas de tensión. El Hércules de la primera vuelta logró mantener una cara reconocible, que sus altibajos no fuesen pronunciados. Pero, a medida que se acerca el momento de la verdad y la presión hace más garrafales los errores, surge la verdadera identidad de un bloque. Para ser primero no caben más derrotas, y eso, visto lo visto en las últimas seis semanas, es mucho aventurar. Al fútbol se juega con el pie, pero sobre todo con la cabeza. Es ahí donde de verdad hay que testar los resultados del Big Data, tan opuestos por condición a eso otro fundamental: el oficio de jugador.
Saber comportarte en el campo, valorar los momentos, leer los partidos, las decisiones del colegiado, las caras del rival, sus miedos, sus flaquezas, eso no lo revela el ordenador, eso se observa cara a cara, en el sitio que distingue a los niños y las niñas con talento de los hombres y mujeres que glorifican con sus nombres la historia de los clubes que les pagan. Si no tienes eso, tu carrera siempre avanzará cerca de un techo bajo, probablemente hecho de esparto, del mismo material de la categoría de la que trata de escapar sin fortuna el Hércules.
Está todo muy bien…
Pero hay fichas libres y se despide al segundo entrenador
El mundo idílico que se pretende trasladar de puertas para afuera agarrándose a que aún las matemáticas dan de sobra para alcanzar la Primera RFEF por el camino corto contrasta con realidades tan reveladoras como el hecho de que se hayan quedado fichas profesionales sin cubrir o que se haya despedido al segundo entrenador, Félix Carvallo, por deseo expreso del entrenador que lo impuso como condición para firmas porque ha dejado de confiar en su trabajo a mitad de temporada.
Es muy difícil hablar de estabilidad, de opciones reales de ascenso directo, de fortaleza, de liderazgo cuando se amontonan las derrotas, cuatro en las últimas seis semanas, y los discursos críticos se reducen a «lo que pasa no tiene explicación», «hay que hacer examen de conciencia» y se sirve a la afición «la falta de interés» del equipo por ganar debido a que se «subestima» al contrario.
Las grietas están localizadas desde el primer mes, y continúan abiertas 23 jornadas después. Atacar bien es imprescindible, sí, pero si no se defiende al tiempo, si no se prevé cómo hacerlo en todas las condiciones, la bipolaridad se dispara y hacer previsiones optimistas se vuelve ridículo.