Dos semanas llevan ya los agricultores españoles ocupando las carreteras con sus tractores, entrando en las grandes capitales para hacerse oír y reclamando compromisos firmes a las administraciones. Entre sus reivindicaciones (que empiezan a ser ya conocidas hasta por los más profanos): la competencia desleal de los alimentos de fuera de la Unión Europea, la excesiva carga burocrática que soportan, los precios por debajo de costes que cobran por sus producciones y la falta de expectativas del sector, en el que no hay relevo generacional. Cuatro manifestantes, movilizados en cuatro provincias distintas de España, explican aquí sus motivos.
Eleuterio tiene 150 cabezas de ganado vacuno en Montederramo (Ourense). «Para mis abuelos y padres, tener una vaca era un medio de vida; ahora es un problema«, lamenta el ganadero, en plena movilización de tractores en la ciudad gallega. «Protestamos por la burocracia, estamos hartos de ecologistas urbanitas. Cada vez los pueblos se abandonan más, no hay relevo generacional, y ¿para quién queda el campo abandonado?», cuestiona el productor. «El agricultor pequeño es ecológico 100%, una vaca es como tener un hijo, es parte de nosotros», reivindica el hombre, que confía en que las movilizaciones surtan efecto. «Nuestra fuerza ahí está. Hablamos del pan de nuestros hijos», proclama.
Junto a Eleuterio, su vecino Pedro, propietario de otras 200 cabezas de ganado también en Montederramo, lamenta que «todo son gastos y recortes, en vez de ayudas al campo«. «Los precios no dan, el gasóleo y la cuota de autónomo van hacia arriba. Antes vivías con 20 animales, como mis padres, y ahora hacen falta 200 y ni así da», lamenta este ganadero, acuciado por los crecientes costes de producción que tiene el sector. «Estamos hartos, nos quieren hundir, muchas explotaciones están en riesgo», denuncia. «No nos dejan trabajar honradamente, que es lo que queremos, tenemos la soga al cuello«, advierte otro de los tractoristas concentrados en Ourense. «Estamos protestando por lo que es nuestro, las familias comen gracias a nosotros… ¡Que nos dejen trabajar!», urge Xosé, un joven productor de 24 años, llegado a la capital orensana desde Xinzo de Limia. JAVIER FRAIZ
«La agricultura está en la tierra, no en una oficina con papeleo»
«Los principios de la agricultura se están perdiendo», afirma Luis Andárez, agricultor que esta semana ha participado en la manifestación que paralizó Zaragoza. No ha dudado en salir a la carretera desde Ejea de los Caballeros para conseguir que se les escuche. «Nos estamos ahogando con tanta burocracia«, reclama. «Desde Bruselas no entienden que el trabajo de un agricultor está en el campo, no en una oficina«, proclama el labrador. Asegura que, «ahora mismo, pasamos mucho más tiempo encerrados haciendo cálculos y recuentos que donde tenemos que estar, que es trabajando la tierra y cultivando». Y junto a esta problemática administrativa, Andárez añade otras «muchas más». Por ejemplo, «lo difícil que lo tienen para seguir adelante los que son nuevos en el mundo agropecuario». El agricultor señala que, ante todos los problemas meteorológicos vividos estos últimos meses, «los jóvenes son los que más sufren, por las complicaciones a las que son sometidos a la hora de poder pedir ayudas», menciona.
Y a los problemas del tiempo, prosigue Luis, «se están intentando frenar o solucionar a través de una agricultura basada en la conservación y cuidado del medio ambiente». Y, que ante esta «superlegislación de la agricultura«, añade que en la PAC se están olvidando de lo más importante, «que los agricultores trabajan en el campo, no son administrativos y ya bastante trabajo tienen día a día como para tener que hacer frente a todas las gestiones que les están pidiendo», denuncia. Como guinda del pastel, añade, están dejando entrar productos de países extranjeros, cuando lo primero que se tendría que hacer es dar salida a los productos de aquí», reclama. JUDIT MACARRO
«Vendo la aceituna al mismo precio que hace cuatro años»
Francisco Moreno es un joven agricultor de Priego (Córdoba), dueño de una explotación olivarera en las estribaciones de la serranía subbética. Para Francisco, la situación que vive el campo en estos momentos «viene arrastrada desde la primavera de 2020, cuando en los primeros meses de aquel año se movilizó todo el sector, pero la pandemia supuso un frenazo en seco. Todo lo que habíamos conseguido se paralizó y en estos últimos años parece que estábamos dormidos».
Los motivos de esta «asfixia», como él mismo la define, están bastante claros. «Seguimos vendiendo la aceituna al mismo precio, pero el combustible sigue subiendo; la maquinaria o el arreglo de las averías también sigue subiendo; la electricidad, porque en mi caso tenemos riego, ni te cuento; el abono y los fitosanitarios que podemos utilizar han subido casi un 200%». Ante una situación así, «¿qué hacemos?», se pregunta irónicamente Francisco.
Continúa este agricultor cordobés haciendo mención a otro de los caballos de batalla del sector como es la Agenda 2030, «con unas pautas que hay que cumplir escrupulosamente, como la de dejar una cubierta vegetal, la hierba, entre las hileras de olivos, lo que repercute luego en las cosechas y reduce la producción del olivo; o la prohibición de utilizar productos fitosanitarios, que, por el contrario, otros países sí utilizan y sus productos se comercializan no solo en nuestro país, sino en Europa». Costes y pautas ambientales a las que hay que sumar, como recuerda Francisco, «el precio de los jornales, la seguridad social o el seguro agrario, que también han subido, pero nosotros seguimos vendiendo nuestro producto, en mi caso la aceituna, al mismo precio que lo hacía hace cuatro años». Así, «la situación es inviable«, asegura. EVARISTO GUZMÁN
«Sin horarios ni vacaciones… Los jóvenes no quieren ser payeses»
Los hijos de Agustí Camarasa, copropietario -junto a su hermano- de una pequeña empresa agrícola familiar, ya le han dicho que no quieren ser agricultores. Con ellos va a terminar una larga radición familiar que se remonta a varias generaciones de payeses. «La chica, que es la mayor, trabaja ya de maestra, y al chico lo tengo estudiando para músico en Barcelona», cuenta este productor de fruta de Alcarràs (Lleida), que el pasado 6 de febrero también participó en las protestas que el campo ha protagonizado en Catalunya. «¿Y sabes qué? -cuenta Agustí- El día en que el chaval me dijo ‘papá, yo no quiero ser payés’, que él ya no iba a subir al tractor, yo ni le insistí ni me enfadé. Pensé que él iba a ser más feliz haciendo otra cosa y que, en definitiva, para seguir en este negocio hay que tener mucha vocación», explica.
Como la familia protagonista de la película ‘Alcarràs, ganadora del Oso de Oro en Berlín en 2022, los Camarasa ni tienen vacaciones ni saben de horarios en su jornada laboral. «Y si no hay relevo generacional es, entre otras razones, porque hay que tener una implicación absoluta y porque hay que hacer, cada vez más, unas inversiones altísimas», prosigue el hombre, que es también concejal de Agricultura y Urbanismo en el ayuntamiento del pueblo. Agustí, que empezó a trabajar muy joven junto a su padre, ha hecho más formación en los últimos años que en el resto de su vida anterior. «Tengo permisos y carnets para todo: de manipulador de alimentos, para la gestión de los fertilizantes… He tenido que sacarme título tras título porque si no te acreditas, la Unión Europea no hace más que ponerte pegas», protesta. MARÍA JESÚS IBÁÑEZ