En el salón de un apartamento burgués, dos mujeres mantienen una conversación increíblemente tensa. “No quiero tu lástima, porque me demuestra tu desprecio y tu sentimiento de superioridad”, espeta la inesperada e indeseada visitante ante la mirada mitad compasiva mitad sospechosa de la dueña de la casa, y sigue: “El problema no es mío, también es tuyo y de tus hijos, y de toda la sociedad”. El problema se llama incesto, y la mujer que habla de él lo sufrió desde los 13 años a manos de su padre, del que la otra fue la segunda esposa.