Como me ha dado permiso, transcribo un mensaje de voz de Juan, buen amigo y antiguo colega mío:
«Soy uno más de los centenares de miles de personas fotosensibles que vivimos en la Comunidad Valenciana, de los cuales yo creo que los alicantinos seremos si no una mayoría aplastante una cantidad superior a los castellonenses y estaremos más o menos emparejados con los valencianos.
Cuando hace sol, que es un promedio de 2.800 horas al año, me encuentro de muy buen ánimo. Entonces soy el Juan que todo el mundo conoce: alguien amable, alegre y hasta, si me apuras, bromista y socarrón. Y a pesar de mis achaques, paso todas las horas del día repleto de fuerza, capaz de sobrellevar tanto las menores como las mayores contrariedades que se me presenten.
En cambio, si, como lleva ocurriendo desde unos días atrás, el cielo no está completamente despejado; si está cubierto de nubes altas o bajas, como dicen los del tiempo de la tele, en ese momento ese Juan no es el mío. Porque no llego a sentirme del todo bien; me faltan las ganas de ir a trotar yendo de aquí para allá; pierdo el interés por salir a la calle y hasta el apetito desaparece, lo que, por otro lado, viene al pelo ahora que hemos empezado la Cuaresma.
En fin, que soy un tío fotosensible. Vaya guasa.
Hasta la próxima.
Y perdona que te haya hecho aburrir, pero he creído que debía contártelo a ver si así mejoraba un poco».