La espiral de ‘comprar-tirar-comprar-tirar’ que promueven las grandes empresas textiles occidentales constituye una de las graves amenazas ambientales a las que se enfrenta el planeta. El ingente gasto de agua necesario para fabricar unos simples vaqueros (hasta 3.000 litros, según la Universidad Politécnica de Madrid) hace de este sector una verdadera ‘apisonadora’ ecológica. Y es que, además, es un gran generador de microplásticos y de emisiones de CO2, entre otras consecuencias ambientales. Pero el fast-fashion (esa manía de comprar sin parar) tiene un campeón mundial, que se materializa en una empresa china llamada Shein y que es blanco de críticas desde todos los flancos. No solo desde el medioambiental. También desde el de los derechos humanos.