Instalados sin apenas remedio en el tercer puesto, con un candidato que llegó tarde a la competición y no logró asentarse como alternativa, los socialistas tenían pocas esperanzas depositadas en sus propios resultados y muchas en las consecuencias de las elecciones gallegas de este domingo. Sobre todo, a raíz del giro de Alberto Núñez Feijóo sobre sus tratos con Junts per Catalunya, al reconocer el PP que estaba dispuesto a conceder un indulto a Carles Puigdemont. El PSOE redobló entonces los esfuerzos, con Pedro Sánchez y José Luis Rodríguez Zapatero protagonizando mítines durante el tramo final e insistiendo en las “mentiras” de su principal adversario, confiados en que las encuestas se equivocarían como en las generales de julio y la derecha no lograría tener mayoría absoluta, empujando a Feijóo hacia la dimisión. Pero no funcionó. El batacazo fue histórico.