En el año 1818 Félix Durà construyó en Villalonga un gran molino harinero que después pasó a la familia Garrigós y que, durante sus dos siglos de vida, también fue minicentral hidroeléctrica, fábrica de celulosa y de mármoles. Durante muchos años la fuerza motriz fue el agua del río Serpis, captada a través de una acequia de un kilómetro y medio, pero hace décadas el inmueble, y todas sus instalaciones anejas, quedaron abandonadas hasta llegar al estado de ruina.