Las lluvias de las últimas semanas han empezado ya a notarse en el campo y en los pantanos de la provincia de Córdoba, que llevan años sufriendo la sequía. Especialmente importante es el caso del embalse de Sierra Boyera, entre Peñarroya-Pueblonuevo y Belmez, del que dependen para el suministro los 80.000 habitantes de las dos comarcas del Norte (Guadiato y Los Pedroches), que se había secado por completo el año pasado por primera vez desde la brutal sequía de los años 90. Ahora ha recuperado una parte de su lámina de agua. Es poco, pero hay motivos para la esperanza.

Gabriel Benítez, jefe del servicio de Producción de la empresa de aguas de la Diputación provincial, Emproacsa, explica que ahora mismo en Sierra Boyera hay 3,5 hectómetros cúbicos del líquido elemento recogidos gracias a las lluvias caídas desde la semana pasada. Esa cantidad puede parecer poco, pero es la mitad del consumo anual medio de las dos zonas del norte cordobés. Supone casi un 10% de la capacidad total de Sierra Boyera, lo que significa una alegría y un alivio tras varios meses al cero por ciento. No quedaba ni una gota de agua.

La calidad del agua

Sin embargo, por el momento ese agua ya embalsada no se puede usar para el abastecimiento doméstico. Benítez advierte de que no se pueden lanzar aún las campanas al vuelo. Hay que tener en cuenta que el agua caída, y que ha llegado a través de los cauces fluviales y las escorrentías hasta Sierra Boyera, se ha mezclado con los lodos y sedimentos que habían quedado a la vista en el fondo del pantano. No se sabe aún la calidad que tiene el líquido ni los tratamientos que, en su caso, habría que aplicarle en la planta potabilizadora de Emproacsa en la zona.

Aspecto de Sierra Boyera en marzo del pasado 2023. / Rafa Sánchez

El responsable de la empresa pública aclara que ya se han solicitado los pertinentes análisis del agua embalsada, que se conocerán en las próximas semanas. Hasta entonces no se podrá recurrir a Sierra Boyera para el abastecimiento, sino que el agua tendrá que seguir llegando desde La Colada, a 40 kilómetros de distancia, que sigue igual de contaminada que hasta ahora, por lo que los habitantes del norte aún no pueden usar el agua del grifo para beber, aunque sí para otros menesteres.